Kodama está en Lima para la muestra El Atlas de Jorge Luis Borges, en la Universidad de Lima. Pedante o no, Marìa Kodama se ha convertido en la defensora de la obra de Jorge Luis Borges. En esta entrevista responde entre otros temas, que Pablo Katchadjian y su obra El Aleph engordado, se meterá en serios problemas por haber tocado un texto del escritor argentino.
En la entrevista, Kodama cuenta cual era el platillo favorito de Borges, de las antipatías que le tocó afrontar, de sus reacciones ante el Premio Nobel y encima recomienda leer a Harold Bloom y a Julia Kristeva para repasar el concepto de "Intertextualidad". Sin duda alguna, Kodama siempre tendrá esa aureola de huachimana y celadora de la obra del gran Borges. De paso afirma algo que sabe llamará la atención, aún tiene cosas inèditas de Jorge Luis.
A continuación algunas preguntas que le hace Pedro Escribano en La República
¿Su
ceguera no era un impedimento para disfrutar el lugar a donde llegaba?
No,
por supuesto que no; si no no hubiera viajado tanto. Hay que tener en cuenta
que él ya había conocido todos esos lugares cuando él veía, cuando era
adolescente y vivió en Europa.
Borges
también tenía viajes imaginarios. ¿Cómo era Borges cotidiano?, ¿acaso un ser
enclaustrado por su ceguera?
No,
todo lo contrario. Era una persona muy divertida que hacía la vida muy
agradable, muy fácil. No era una persona que se malhumoraba, de mal carácter.
Todo lo contrario, era muy vital.
¿Cómo
así se organiza esta muestra?, ¿qué orden tiene?
Es un
poco como un Atlas, tiene la misión de mostrar los distintos lugares
geográficos y momentos de vida de Borges en el mundo. Esta muestra comenzó a
raíz de que cuando volvíamos
de los viajes nos encontramos con el poeta argentino Alberto Girri y con un
profesor y veíamos las fotos. Allí nació la idea de hacer un libro con las
fotos mías y con texto que Borges escribiera. Así surgió.
A mí me resulta
paradójico, lo digo por curiosidad, en el sentido de que Borges era ciego y
esta muestra es visual.
Sí, bueno pero
digamos si uno lee la obra de Borges, yo creo que esa es la trampa en la que
muchos directores de cine han caído. La obra de Borges es muy visual, debajo de
eso está todo el aparato, digamos, de la filosofía, las religiones, las
reflexiones. Pero cuando uno ve la reflexión que hace de las cosas, esa
es la trampa para los directores porque dicen “tengo la escena”, pero se les
escapa la esencia de esa historia.
Muchos tenemos una
imagen de Borges muy por encima de lo prosaico, ¿qué era lo más terrestre de
Borges?
No sé, terrestre
en qué sentido?
En el sentido de
lo más humano…
Para mí era
humano.
Claro, usted lo
tenía todos los días. Por eso le decía de la imagen que tenemos de Borges.
Claro, para mí era
humano, pero también divino. Yo nunca lo consideré extraterrestre (risas).
Ante una mesa,
¿cuál era su plato preferido?
Arroz con manteca
y queso.
¿Comida gaucha?
No, aunque
tendremos que decir de gaucho japonés, porque el arroz es típico de los
japoneses.
Ah, es influencia
suya entonces…
No, no, antes de
mí ya le gustaba eso. En eso era muy divertido. Recuerdo una vez que un señor
nos llevó al restaurante Maxim’s de París. Allí este señor, divino, que se
desvivió porque es un restaurante carísimo, hablaba de vino y elegía potajes y
pronto vi que Borges empezó a impacientarse. Cuando eso ocurría, yo me daba
cuenta porque las cejas se le empezaban a erizar como chuña.
Entonces yo dije
este pobre hombre va a terminar mal, pero en fin, yo no me podía meter. El
hombre se desgañitaba diciéndole que este plato o este otro, pero Borges no,
decía: “yo quiero arroz, manteca y queso”. El señor, desesperado, le dice
“usted está aquí, en el mejor restaurante de París, estamos en el Maxim’s”.
Mire, nosotros
teníamos en Buenos Aires un restaurante al que íbamos, era muy pequeño, no sé
si aún estará, pero uno de los mozos cazaba jabalíes, y lo divertido es que
Borges era jabalí en el horóscopo chino. Entonces, cuando se enteró de eso, le
dijo al mozo: “Entonces ya no puedo venir más a este restaurante”. El mozo,
horrorizado le dice ¿por qué, maestro? y Borges le responde: “Aquí corro
peligro, usted es cazador de jabalíes”. (risas)
¡Borges un jabalí!
En el horóscopo
chino es jabalí… No, en realidad es chancho, pero él me decía, jabalí, María,
por favor, eso es de mayor dignidad. Pero allá, en París, ante este buen señor
dale con que maestro, este es el mejor restaurante de París. Borges al
escuchar eso me pregunta: “María, ¿este no será una sucursal del nuestro de
Buenos Aires?”, con lo cuál el señor casi se muere. Y después Borges mira al
mozo y le dice: “Yo quiero probar, en el mejor restaurante de París, cómo
preparan mi plato preferido: arroz con manteca y queso” (risas).
Borges aún tiene
inéditos?
Yo tengo un
prólogo y un script que le habían pedido. Son totalmente inéditos.
El prólogo sobre
qué se refiere?
Es sobre El libro
sagrado de los muertos egipcios.
La última, Borges
no recibió el Nobel. ¿Cómo lo tomo?
Le encantaba
porque, decía, se convertía en el mito escandinavo en lugar de ser un número
más en una lista.
Usted
tiene problemas con el escritor argentino Pablo Katchadjian, autor de El
Aleph engordado.
Yo no tengo
problemas, él es quien tiene problemas y los va a tener serios.
¿Ha hecho un
remake?
O sea, yo tomo tu
obra sin pedirte autorización, la copio y agrego cosas en el medio para
“engordarla”, yo te pregunto, ¿dejarías que eso fluya así? Bueno, tú estás vivo
y puedes aceptarlo o no. No es el caso de Borges, que ya no está. Ocurre que
todo el mundo trata de alcanzar notoriedad y fama trepando el nombre de Borges
de cualquier manera.
Pero Borges hacía
remakes también, tiene Pierre Menard, el autor del Quijote.
Esa es otra
historia. Primero, Cervantes está en el dominio público hace 500 años. Segundo,
yo invitaría que lean a Julia Kristeva y HaroldBloom y entiendan que es
intertextualidad para que no digan que ese mamarracho es intertextualidad.
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