Ifinidad, pero hay algunos que deciden el destino, y
para mí en esencia, todos los libros de
Verne, Cortázar, Ribeyro y Fuentes que leí y releo aún, apasionadamente, fueron
determinantes para mi camino como escritor. “Cinco semanas en globo”, “Todos
los fuegos el fuego”, “La palabra del mudo” o “La muerte de Artemio Cruz”
marcaron mi existencia a fuego para siempre. Otros autores también son
responsables de este encantamiento delirante por las letras, como Poe, Borges, Bioy
Casares, Arreola, Rulfo, Maupassant, Joyce, Carpentier, Faulkner, Bradbury o
Del Paso, y -Adolph, Vargas Llosa, Arguedas y Palma entre los peruanos-, pero
estos cuatro creadores vienen a mi cabeza una y otra vez. Es imposible
desligarlos de mi vida; la deuda con todos ellos es enorme.
¿Cuál es tu mayor
virtud?
Lucho épicamente y a la manera romántica por defender mis ideas o
principios, y estar del lado correcto siempre, con el riesgo tan humano de
cometer excesos o errores y balancearme sobre la delgada línea que nos separa
de la intolerancia, de la negación fanática respecto del que no piensa como uno.
Pero ese es el riesgo. Aprendo sobre la marcha a convivir con otras líneas de
pensamiento, sin retroceder en los principios que me nutren e impulsan. Y sé
pedir disculpas cuando me extralimito.
¿Cuáles son tus
películas favoritas?
Cientos. Tengo que elegir, lamentablemente. Me
quedo (no en orden de prelación) con “2001, Odisea del espacio” (Kubrick);
“Cuentos de Tokio” (Ozu), “El séptimo sello” (Bergman), “Blade Runner” (Scott),
“El Acorazado Potemkin” (Eisenstein), “Qué verde era mi valle” (Ford),
“Casablanca” (Curtiz), “Ocho y medio” (Fellini), “Rashomon” (Kurosawa), “El
ángel exterminador” (Buñuel)”, “El gran dictador” (Chaplin), “El año pasado en Marienbad”
(Resnais), “El halcón maltés” (Houston), “Paisá” (Rossellini), ”Melancolía”
(Von Triers) “Érase una vez en el Oeste” (Leone) y la obvia, infaltable,
“Ciudadano Kane” (Welles). Pero ahí no se agota la lista, por supuesto: están
Hitchcock, Truffaut, De Sica, Lean, Wyler, Mizoguchi, Wilder, Tarkovsky…en fin…
¿Qué canciones
relacionas con momentos importantes de tu vida?
Con los días de la infancia, allá, en casa de mis queridos abuelos
paternos -en la Plaza Bolívar de Pueblo Libre-, adonde íbamos todos los
domingos -y con versión de Paul Mauriat primero-, “Penny Lane”; en la
adolescencia, a los furiosos 16, “Another Brick on the Wall”; con la adultez ya
algo desencantada, “The One I Love”…y ahora,
cerca del medio siglo, todas las canciones de “James”, la gran banda de
Manchester.
¿Cuál es tu superhéroe
favorito?
El capitán Nemo. Por lo menos para mí, es el primer superhéroe de la
historia de la literatura. Desde que supe de su existencia se convirtió en un
paradigma, en una inpiración, porque es muy humano y al mismo tiempo, de una
personalidad y sabiduría portentosas, poco comunes. No en vano aparece
homenajeado en uno de los cuentos que integran mi reciente libro “Control
terrestre”. Me habría encantado que el maestro Verne escribiera más historias
con él como protagonista.
¿Si fueras un personaje
literario quién te gustaría ser?
Es obvio que Nemo: solitario, atormentado, enemigo
de la injusticia, erudito, ambientalista, inventor, músico, misterioso, imprevisible y con capacidad de
asombro renovada a cada instante.
¿En
qué has gastado más de lo debido?
Creo que en libros y en discos, pero justificadamente.
No puedo vivir sin ellos, arte o películas….es casi una obligación el exceso.
¿Qué talento te gustaría
tener?
Escribir música. Sigue siendo para mí un misterio el que existan personas
capaces de crear tanta belleza con sonidos combinados armoniosamente y que
estas combinaciones mágicas jamás se repitan y siempre suenen únicas,
irrepetibles…y emocionen.
¿Quién o quiénes son tus
cantantes favoritos?
Lennon, McCartney, Harrison y Starr…sin duda, un hito irrepetible en la
historia de la música. No habrá nada igual, a pesar de que en vez en cuando
alguien dice sandeces al respecto.
¿Cuál fue el mejor
concierto al que asististe en tu vida?
A decir verdad, no he asistido a muchos, pero vi a
“James” el 2011 en Lima y ese fue memorable. Es una banda que merece mayor
reconocimiento, a pesar de los veinte millones de álbumes vendidos en el mundo;
un grupo de culto. Su secreto: son excepcionales músicos, han escrito obras
geniales, como “Seven” o “Pleased to meet you” y no tienen el perfil de
malditismo o glamour de la mayoría de estrellas de rock. Aquella noche, esa
sencillez y autenticidad cautivaron a la gente. Tim Booth, el cantante, es de
un carisma avasallador.
¿Cuál es tu comida
favorita?
Siempre lo digo y sin dudar: la tortilla de langostinos como la hacía mi
mamá cuando yo era chico, ahora regada por un buen tinto. Son huellas
indelebles en la memoria.
¿Cuáles son los lugares
románticos que te traen gratos recuerdos?
Buenos Aires, sin duda. Miryam (mi esposa) y yo fuimos becarios de
investigación allá, hace tantas lunas, y dimos, todavía novios, largos y
maravillosos paseos por lugares que hoy seguimos visitando, ahora con nuestro
retoño Patricio (mi suegra es argentina), como la Plaza San Martín, San Telmo o
Plaza Francia. Tuve la suerte de vivir ahí tres años, y me siento porteño de
corazón, y también argentino. Es una tierra adoptiva que me recibió con los
brazos abiertos y donde pasé tiempos muy felices. Residiría ahí con gusto de
nuevo.
¿De qué te sientes
verdaderamente orgulloso?
De no haber claudicado en materia literaria o en convicciones
democráticas. Soy escritor porque decidí serlo, por un llamado vocacional que
se renueva: esa es mi identidad y así moriré. Nunca digo: soy profesor
universitario y también escribo; digo, con voz firme: soy escritor y también
enseño (me gusta la docencia, por cierto, pero el día a día quizá dificulta que
la vea con apasionamiento). Eso me causa orgullo: es cierto que no vivo de la
literatura, pero ella es mi principal ocupación en términos de entrega y pasión.
Vivo en ella, que es mejor. Y además, comprometido con mi tiempo y mi sociedad.
Lucho por ideales y trato de hacer activismo a mi manera. Me enorgullece que
alguna causa triunfe, no por mi aporte a ella, que nunca será suficiente, sino
porque sé que hice lo correcto. Últimamente, unido a muchos amigos y
ciudadanos, logramos que Susana Villarán no fuese revocada. Era lo justo.
¿Qué dibujos animados recuerdas con nostalgia?
“Las nuevas aventuras de Mister Magoo”. Allá, por
los años setenta, conocí muchas obras literarias gracias a estas adaptaciones
notables de clásicos como los de Walter Scott, Stevenson, Conan Doyle,
Melville, Dumas y un largo etcétera. He vuelto a verlas por youtube. Ha sido
emocionante.
Si hubiera una reunión y te pidieran a tres invitados importantes,
¿a quiénes elegirías?
Escritores o artistas o grandes científicos.
Lamentablemente, muchos han fallecido, pero recomendaría que asistiesen el
mexicano Fernando del Paso -el autor de “Palinuro de México”-, Stephen Hawking
y quizá un cinesta como Martin Scorsese. Vaya que sería interesante presenciar
un encuentro entre ellos.
¿Cuál ha sido tu mayor extravagancia?
Suelo cometer actos extravagantes a cada rato, según
mis amigos. Y de grueso calibre, como cuando envié al Brasil, para un concurso
sobre los grandes atractivos de ese país, mi cuento “Los espectros nacionales”,
inspirado en el trágico “Maracanazo” de 1950: el “scratch”, del que soy eterno
hincha, perdió el campeonato del mundo por culpa de los aguerridos uruguayos.
Es obvio que no gané absolutamente nada, excepto el probable juicio de valor
sobre mi sanidad mental por parte de los organizadores. Hasta Miryam desconfía
de mi cordura por conductas como esta.
¿Qué libros te gustaría
recibir el día de tu cumpleaños?
Cualquiera de buena ciencia ficción o literatura fantástica. Algo de
Bradbury o Bioy Casares, por ejemplo, siempre es bienvenido. O de Tabucchi, el
gran autor italiano.
¿Alguna vez robaste un
libro?
No. Soy un fiasco como ladrón; la conciencia moral es un gran problema.
¿Cuáles son tus flores
favoritas?
Los girasoles y los lirios.
¿De no haber sido escritor,
qué crees que hubieras sido?
Con probabilidad,
cineasta. No sé qué tipo de cine habría realizado, pero estoy seguro de que me
habría manejado con alguna soltura en la ciencia ficción o en lo fantástico, géneros
que me apasionan. Veo todo lo que me es posible, hasta los bodrios que no
atraen a nadie y con sala vacía. Por ejemplo, fui a ver un disparate simpático
como “Cowboys y Aliens” (actúan Daniel Craig y Harrison Ford), al que la
crítica (creo que injustamente), demolió. Apenas éramos cinco personas en el
cine (y cuatro dormían). Aun así, la disfruté de principio a fin. Es otra
versión de la extravagancia.
José Güich Rodríguez
Licenciado en Literatura por la
Pontificia Universidad Católica del Perú. Autor de los libros de cuentos Año sabático (2000), El mascarón
de proa (2006), Los espectros nacionales (2008), El visitante (2012) y de la novela El misterio de la Loma Amarilla (2009).
Coautor de los libros En la comarca oscura: Lima en la poesía peruana 1950-2000, Ciudades
ocultas. Lima en el cuento peruano moderno, Umbrales y márgenes. El poema en prosa en el Perú contemporáneo y Espléndida iracundia. Antología consultada
de la poesía peruana 1968-2008, todos publicados por la Universidad de Lima,
donde es profesor-investigador. Ha sido incluido en las antologías El cuento
peruano 1990-2000, Estática doméstica (México, 2005), La mala nota (2008) y La estirpe
del ensueño (2008), entre otras.
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