miércoles, 2 de noviembre de 2016

RETORNO A LA CREATURA O EL IMPULSO LÍRICO INICIAL DE UN POETA OMNÍVORO

En una entrevista Pablo Guevara señala que su silencio poético de 28 años desde su última publicación Hotel del Cuzco y otras provincias del Perú (1971) a La Colisión (1999) se debió en parte a motivos editoriales porque en palabras del autor “que yo sepa hoy nadie te publica tan fácilmente”.
Este primer apartado es inevitable no dejar de comentarlo, pues si que te publiquen 
-como lo señala Guevara- es difícil, que te reediten es imposible, pero a veces también es una necesidad. Eso sucedió con Retorno a la creatura, libro ganador del premio José Santos Chocano en 1955 el cual vio la luz en la ciudad de Madrid en 1957, gracias a la Cooperación Intelectual.  
Se ha hablado mucho del silencio poético en la poesía de Guevara, a la luz de los años y después de barrida la arena del tiempo advertimos que esos 28 años son anecdóticos frente a los 57 imponentes años que tiene Retorno a la creatura recientemente reeditado por la editorial Vivirsinenterarse, el mismo es un libro fundamental dentro de la poesía peruana para comprender los cambios importantes en la poética individual del autor así como para comprender la influencia que ejerció en la poética colectiva de las siguientes generaciones. No sabemos si Guevara lo sabía pero su preocupación individual conllevaba cierta preocupación grupal, generacional, de tradición. Y si hablamos de tradición es indiscutible que uno de los poetas del 50, sin sentirse parte de dicha generación, fuera una pieza clave en el cambio de registros y aperturas a voces anglosajonas en un etapa en donde la llamada Generación del 50 atendía sus gustos en la poesía de la Generación del 27 y específicamente en poetas como Lorca, Cernuda y Machado que aunque Guevara nunca desmereció jamás sintió que habían influenciado en él. A cambio, la tradición por la que Guevara apostaría sería la de Bretón, Eluard y Apollinaire: “Esa corriente siempre me pareció más importantes que la hispana. Mis críticos dicen que luego pasé a la poesía inglesa y de eso sí estoy consciente, lo que pasa es que yo ya escribía poemas con un alto valor de prosa crítica que es lo que caracteriza a la gente como Eliot”.
Pero no nos adelantemos al Guevara elotiano, ese Guevara, artista iconoclasta y maravilloso que en palabras del crítico Ricardo Gonzáles Vigil da muestra de sus intereses y de sus exploraciones poéticas en La colisión, un libro “vehemente, casi incontrolable en su aliento dinamitero ideológico y estilístico”. Es importante tener como cúspide La colisión porque viendo el viaje no hacia adelante sino como una retrospectiva podríamos señalar que el primer libro de Guevara es pieza clave que nos permite ver la construcción de un artista y las preocupaciones propias de su época. Esas mismas preocupaciones no dejarán de estar presente en sus siguientes libros desde un discurso que critica a la hegemonía y a sus superficialidades. Dicho de otra manera, es difícil no dejar de encontrar en la voz de Guevara una clara intención de descentrar los centros de poder y cuestionarlos, desmantelarlos del moho de su conformismo y evidenciarlos usando alegorías; quizá la forma en Retorno a la creatura dista mucho de otros libros del autor, pero a nivel de fondo encontramos la misma mecánica, la crítica reflexiva que en Eliot y unido a la influencia de Pound hará de este primer poeta un autor no con mayor profundidad pero sí a un autor capaz de articular varias aristas dentro de su poética. Por ejemplo en los poemas de su primer libro se busca dar cuenta de los espacios como mecanismos de control y poder como cuando en el poema “Dos monarcas” el pescado abandona su reino, un reino ajeno al yo lírico que los une por ese instante y que lo hace reflexionar en la nostalgia que ha de sentir ese pescado extrañando al mar y que nos devuelve en la contemplación de la mirada el reflejo de cuán solo se encuentra el hombre que tiene entre sus manos un pescado pero que se encuentra sin el amor para terminar refractándose en nuestra mirada descubierta y plagada de la misma soledad. Nosotros como lectores vemos la escena y por un instante ese pescador nostálgico y reflexivo nos delata cual espejo. El poema finaliza con un rotundo verso que pareciera transportar nuestros cuestionamientos “si sonara el amor, extenso como el mar” dice el poema y entonces advertimos la genialidad de Guevara de haber echo del poema un momento en donde nos reconocemos todos. Esa inevitable soledad del ser es la misma que en La colisión se plantea con la alegoría del iceberg a punto de ser colapsado por el Titanic que representa a la sociedad o quizá al grupo de personas solitarias que encarnan dicha soledad.
En 1965 cuando Guevara ya había publicado Los habitantes (Madrid, 1963 - Lima, 1965), su producción ya era considerada próxima al simbolismo, en palabras del crítico Alberto Escobar era una poesía aquella “de exuberante despliegue metafórico” que apelaba a símbolos. No se equivocaba Escobar al señalar la búsqueda en imágenes del joven Guevara que en su primer poemario gozaba de un impulso lírico impresionante, recordemos que en este poemario yace la elegía al padre, titulada “Mi padre, un zapatero” que mereció una tesis universitaria del profesor Armando Zubizarreta y que es un poema de profunda reflexión donde el yo poético evoca a un sujeto libre en otros tiempos el cual además no se encuentra atado a nada ni a nadie lo cual le  permite estar “navegando en el patio” en compañía del “amable licor como un reino sin fin”. Guevara parece querer jugar con la metáfora de la madurez como un despojo del ímpetu y la producción que nos acerca a nuestro propio fin, posada la nieve sobre nuestras cabezas somos objetos tan deleznables “como una cosa usada, un zapato o un traje”. Entonces advertimos lo que el poeta quiso hacernos pensar que no es otra cosa en cómo el sujeto en una época posmoderna o de capitalismo tardío es visto como parte intercambiable de la gran máquina de la modernidad que nos anuncia desarrollo y solo trae destrucción y caos. Esta misma metáfora nuevamente aparece en La colisión y ahí radica la importancia de Retorno a la creatura, y es que gracias a este libro podemos ver el impulso lírico inicial de un poeta omnívoro que hoy después de 11 años de fallecido seguimos leyendo y del cual seguimos aprendiendo como si el silencio en su poesía fuera su propia poética o una enseñanza, y es que parece que con su primer libro Guevara se hubiera propuesto tejer sin saberlo conscientemente una ópera silenciosa que devendrá en un témpano poblado de poetas peruanos. En el esquema de Guevara lo poético expulsa de su seno a aquello que no lo es. Lo hace a través del silencio, pero también a través de la propia forma.
Pablo Guevara el disidente de la Generación del 50 como señala Alfonso Rabí Do Carmo fue uno de los autores con una de las obras más radicalmente personales de los cincuenta. Su Retorno a la creatura en palabras de Javier Sologuren posee una “pareja y alta vibración lírica” del que no solo destaca el poema ya mencionado sino también “Poesía”, “cuya misión exalta por ser dispensadora de una plenitud de amor y belleza”, sean estos versos testigos de lo afirmado hasta aquí.

No importe el halcón en el techo devastado
Ni el rostro sombrío del odio tras el vidrio,
Si son tus ojos mi luminosa angustia,
Tus labios, la única verdad de cada día,
En todo corazón inexplorado
Las ternuras de tu continuo amor
Sobre mis tierras.










Bibliografía

Araujo, Óscar (2001). El difícil camino del cine y la poesía (Entrevista con Pablo Guevara). La Casa de Cartón 23, pp. 2
Lauer, Mirko (2001). La colisión: La ópera marina en cinco actos de Pablo Guevara. La Casa de Cartón 23, pp. 12-13.
Paz, Miguel (2001). Pablo Guevara y la revelación de su lenguaje. La Casa de Cartón 23, pp.18-19.
Rabí Do Carmo, Alonso (2001). Pablo Guevara, Hotel del Cuzco y el hombre contra el poder. La Casa de Cartón 23, pp.10-11.
Sologuren, Javier (2001). La poesía de Pablo Guevara. La Casa de Cartón 23, pp. 8-9.
Vigil, Ricardo (2001). Pablo Guevara, el explorador. La Casa de Cartón 23, pp.14

¿Puede Camila tener dos mamás?

Ferrari, Verónica (2015). 
¿Camila tiene dos mamás?
Lima: El armario de Zoe.
Lo primero que llama la atención del primer libro de cuentos de Verónica Ferrari titulado “¿Camila tiene dos mamás?” no debería solo remitirse a los reclamos que bien hace su autora como activista LGTB a través de la ficción, sino que el cuento en sí debería abrir la discusión y hacernos pensar por qué, en la larga historia de nuestra literatura, no ha habido más Camilas poseedoras de esa inmensa pregunta que las agobia y no las deja ser felices, ¿o es que acaso alguien cree realmente que ese drama por el que pasan niños y niñas no existe?
“¿Camila tiene dos mamás?”, escrito así, con signos de interrogación y no de manera afirmativa, impele al lector con la siguiente pregunta: ¿Por qué no podría tener Camila dos mamás? Y es desde ahí, desde su título, que la búsqueda de tal respuesta responderá al punto de enunciación desde donde nos encontremos cada uno de nosotros como lectores en torno a las causas LGTB, silenciadas e invisibilizadas por no pertenecer al canon. Por supuesto que Camila podría tener dos mamás, y tal como expone el maestro en la parte final del cuento, no solo eso, sino que podría tener otro tipo de familia que escape a su propio conocimiento. 
En su mayoría, siento que muchos periodistas de diarios culturales han mostrado su atención porque el libro haya sido hecho por una activista LGTB, y parecen haber olvidado el cuento en sí, el cual busca poner como tema central la felicidad de una niña que no logra consumar su tranquilidad por las personas que la rodean. Justamente ese espacio hostil está conformado y construido por adultos que con sus prejuicios ocasionan que la mejor amiga de Camila, Rocío, se distancie de ella. Este último personaje es interesante porque en el cuento ella busca saberlo todo, pero cuando logra enterarse del tipo de familia que tiene Camila, se da cuenta que el conocimiento que ella busca está condicionado por el tipo de formación cultural que posee.
Camila es una niña que lo único que parece anhelar es salir airosa de esa inmensa pregunta, lo cual indirectamente hace una crítica al mundo adulto, puesto que, el que una niña tenga ese tipo de aspiraciones, solo refleja la crueldad de una sociedad acostumbrada a aceptar tipos de familia tradicionales que, por ende, anulan los antagonismos borrando las diferencias.
“Yo no dejaba de pensar, en todo el viaje, que por esa sonrisa iría a cualquier lado”, le dice Patty a la pequeña Camila, acerca de cómo conoció a Lucy, su otra mamá, y entonces nos enternecemos y nos damos cuenta de que la otra arista adicional a la felicidad de una niña como Camila es la felicidad colectiva, una felicidad que pareciera estar negada o no permitida en épocas donde el mundo capitalista pareciera querer fabricar hasta nuestras propias formas de ser felices y amar. En ese sentido, el cuento busca dejarnos preguntas como aquella que nos dice: “¿Por qué el amor tiene que preocuparnos más que la violencia?”, y es verdad, ¿qué de violento puede ser el amor sobre la violencia particular que emana del odio?
La inmensa respuesta de Camila, esperada con una valentía que sorprende, está, digámoslo así, firme y segura por la información que posee, dicha información es la misma de la que adolecen las personas que, asustadas en la vida real y en el cuento, reflejan el temor por lo desconocido y dejan que este sea cubierto por aquellos mitos que es importante disolver desde la escuela para no formar niños y niñas que se sorprendan con las diferencias y aspiren a cosas que vayan más allá de responder preguntas que no existirían en su pequeñas mentes, si los adultos al menos les comunicaran que no todos somos iguales y con ello los dejaran ser libres y felices.
Camila tiene dos mamás, así, sin signos de interrogación, no solo narra la historia por la que muchas familias LGTB pasan, sino que narra el drama por el que pasan los más pequeños por no encajar en sociedades fabricadas con las taras del mundo de los adultos. Esa felicidad que afirma tener Camila al final, nos debe hacer pensar que debemos ser muy mezquinos como seres humanos para posicionar nuestras propias miserias y negarle a los niños y niñas de nuestro país el derecho de crecer con la información justa para no seguir inventando inmensas preguntas y tener, por el contrario, inmensas respuestas.

miércoles, 6 de abril de 2016

5 de abril de 2016

He visto gente conmovida desde las ventanas de sus casas y desde el interior de los buses de la Av. Wilson, agitando sus brazos, alzando el pulgar algunos, cerrando el puño otros como intentando darnos esa fuerza que por ratos parecía extinguirse en la garganta y entonces volvíamos a gritar, pero ya no con la garganta sino con el corazón. He visto gente mirar el mar bullicioso de indignidad que desfiló frente a sus narices. No lo creerán, pero también he visto gente con lágrimas en los ojos mirarnos desfilar gritando y ha sido inevitable no sentir un hormigueo en el pecho. La gente hoy respondió en las calles, la democracia se puso a prueba una vez más y ha jugado en pared con la indignación de gente que ha marchado pacíficamente. No cabe duda alguna, "el mundo es ancho e infinito cuando los hombres se juntan". Somos los custodios de esta democracia que imperfecta como es nos pertenece y si la defendimos en las calles a ellas volveremos cuando el pututo haga el sonido que indique que es hora de marchar y nuestra ansiedad, alegría, indignación se mezclen para defender y decirle al poder que somos ciudadanos que no somos terroristas que somos los hijos de los campesinos que no pudieron esterilizar y decir en voz alta a los que andan dormidos que un pueblo con conciencia no elige a un delincuente para finalmente sellar nuestro pacto y gritar que un 5 de abril no se volverá a repetir mientras creamos en nosotros mismos como país como aunque sea una maldita remota posibilidad de serlo.

martes, 9 de febrero de 2016

Un Domingo cualquiera

Si Domingo de Ramos hubiera nacido, digamos, en un país y en una ciudad que valorara a sus artistas, sería considerado el último poeta maldito de su generación. Quizá lo estudiarían con respeto estudiantes con conciencia de clase y no esperarían a que llegue su muerte para recién leerlo. Las autoridades de su ciudad, conscientes que la identidad se construye a través de políticas culturales se habrían apurado en reclamar su cuna de nacimiento —cual Homero peleado por siete ciudades griegas—. Los gobiernos regionales preocupados en sembrar identidad en sus pobladores hubieran impreso mil, dos mil, tres mil ejemplares simples de poemas hermosos en papel periódico para entregarlos a los pobladores completamente gratis. Hubieran usado su nombre para rotular concursos de poesía y lo habrían invitado a él y a lo que significa su nombre en el mundo de las artes para crear lazos en poesía y así entonces la ciudad hubiera alcanzado más prestigio, más renombre, hubiera pasado inmediatamente a ser ruta obligatoria de miles de turistas que como en Colombia van a Aracataca intentando encontrar Macondo, así Macondo no sea Aracataca, posando en cualquier árbol que tenga el rótulo de «Aquí amarraron a José Arcadio Buendía». Y es que en Colombia saben muy bien que no hay Macondo que toda Aracataca está construida con el fin de generar turismo y generar ingresos a la ciudad, pero qué hermoso es en realidad creer que existe uno en nuestras mentes y en nuestros corazones, qué triste es por otra parte no tener nada en qué creer salvo aquello que nos dicen que hay que creer.
La ciudad de Marsella no solo es una tierra vitivinícola, seguramente allí vivieron grandes artistas, sería absurdo encasillarla en un solo rótulo entonces, la pregunta es, cuál sería el objetivo de que la vean por un solo flanco siendo un prisma que puede ser mirado desde distintas aristas. Dos cosas. Uno, o las autoridades no quieren que sus pobladores miren desde otra posición su realidad, sus riquezas o, dos (y esta es más real), ellos, los que se ufanan de poder no saben quién carajo es quién en la ciudad que gobiernan.  
Si Domingo hubiera nacido en otro lugar, algún político seguidor del gran Augusto, es decir, esa clase de políticos inteligentes (que los hay, creánme que los hay) buscarían que su nombre sea recordado al lado de los artistas que consagraron en su periodo y mandarían a algún escultor a elaborar una estatua o al menos un busto en el distrito más emergente de la ciudad devolviéndole a la misma un motivo de orgullo, un aliento de esperanza. El migrante pujante entonces se miraría en el poeta y sonreiría de placer porque así se daría cuenta que él se encuentra en la misma lucha, pero desde otra acera. Festivales de poesía se celebrarían sin mezquindades hacia él, le mandarían los pasajes por anticipado y jamás le dirían aquello de «Vente nomás que aquí te pago», empresarios inteligentes se ofrecerían a brindarle una habitación decente, de esas que es raro llenar porque no todos duermen en cinco estrellas, quizá le tomarían una foto también y luego el jefe de imagen de dicho hotel le podría crear algún slogan a dicha imagen que rece, «Aquí durmió Domingo de Ramos» o «Este hotel solo alberga personalidades, pase usted». Domingo de Ramos sería leído en domingos soleados bajo las sombras de algún castaño o alguna campana que estuviera tañendo en el aire y no dando pena en el suelo carcomida de óxido y olvido que es el sudor que emanan las autoridades despreocupadas por la ciudad que dicen querer. Las universidades lo tendrían como referente, lo invitarían a dar charlas, seminarios, cursos libres, talleres de poesía. Así entonces Domingo tendría asegurada su pensión y podría dedicarse a tiempo completo a ser aquello para lo que nació, el orgullo de su ciudad, el poeta de su región, el artista que todos respetan y quieren ser de grandes.

El día de la consagración de Domingo sería festejado entonces por todos en su ciudad. Políticos, docentes, empresarios y estudiantes recibirían la noticia con ese mismo orgullo que ha sido opacado en esas otras provincias donde el arte y la cultura importa un pepino. Hubiera quizá también una biblioteca con su nombre y si en caso en dicha ciudad tuvieran otro ícono, pues al menos le crearían una sala con su nombre. Su obra completa impresa por el Fondo Editorial del Congreso de su país estaría en todas las bibliotecas de los pobladores. Lo leerían los jóvenes, recitarían “China pop”, el maravilloso “Chacalón” o esa pieza coqueta que es “E”, pero como Domingo nació en Ica está condenado a todo lo opuesto, a todo lo contrario, está condenado a que él sea solo un Domingo cualquiera.

Museografía de la ignorancia


Lo primero que hago cuando visito un lugar es preguntar dónde queda la biblioteca de la ciudad. Es una costumbre, una manía, un hábito. En una de mis tantas visitas a esta hermosa ciudad y después de presentar el proyecto educativo - cultural “Vivir Leyendo” a las autoridades del colegio Humboldt me apersoné a ir a la llamada Casa de la cultura de Pisco. He de comentar que siempre que había querido visitarla por una u otra razón ocurrían inconvenientes.
Aquella vez asistí con César el cual me presentó a una de las personas más amables que he conocido, la señora Lesenia Reyes, bibliotecóloga de dicho lugar quien nos trató de forma muy amable y atenta. Estando allí aproveché la ocasión para comentarle el proyecto de investigación en el cual me encontraba y no dudó ella ni un instante en mostrarme los estantes repletos que me podrían servir. Me sentí como en casa. Mientras revisaba la bibliografía de maravillosos textos que encerraban la historia de una ciudad que siempre despertó mi curiosidad y alimentó la imaginación de mi infancia, miraba de sesgo a jóvenes que revisaban textos de academia, seguramente estudiantes preuniversitarios que han encontrado en dicho silencio el espacio perfecto para poder estudiar. Revisé cuanto me permitió el tiempo, apunté libros que tendría que leer, tomé fotos a bibliografías importantísimas, pero sobre todo conversé con ella. Mientras la veía sentada detrás de su pequeña oficina pensaba cuán admirable e importante era su labor. Después de varios minutos de conversación no dudé ni un instante y como agradecimiento le obsequié mi último libro con la esperanza que confundido entre miles de textos fuera quizá alguna vez leído por alguno de esos jóvenes.
La señora Lesenia nos habló de cómo sobre las carencias post terremoto había logrado la Casa superarse. Debo señalar que los espacios son cómodos, tienen salas muy modernas y hasta mejores que muchos distritos de Lima. Después de varios minutos de conversación amena fui invitado por ella a recorrer el breve perímetro del lugar, encontré una sala abierta que mostraba bellas esculturas y pinturas. Junto a César decidimos contemplar la misma. Después de varios minutos nos disponíamos a salir cuando un tipo impresentable nos comenzó a gritar preguntándonos que quiénes éramos nosotros. Me sentí confundido, César y yo nos miramos, decidimos escucharlo después que le manifestara que queríamos ver la muestra y habíamos decidido entrar. Su tono se tornó agresivo, lo que me dijo casi gritando fue increíble: “Nadie puede entrar sin mi permiso”. No podía creer lo que me decía. Quise responderle, creo que César también. Decidimos en medio del silencio mutuo escuchar los que nos decía, “yo soy el encargado de este lugar”, repetía bufando cual toro salvaje y agregaba aún molesto, “si alguien quiere entrar primero debe pedirme permiso a mí”. Sentí la vergüenza que pudo estar sintiendo César en ese instante. Yo la hubiera sentido si hubiera llevado un amigo y lo hubieran tratado así y peor aún si hubiera este escuchado tal barbaridad.
Por la tarde mientras presentaba el proyecto frente a las autoridades del colegio y la prensa fue imposible dejar de comentar lo que había ocurrido por la mañana. Varios profesores se indignaron, los periodistas me ofrecían disculpas por algo que no habían hecho, después de darles las características físicas lo identificaron inmediatamente. Difícilmente puedo olvidar a quien se muestra tan agresivo. El impresentable era un sujeto rolludo, de cabellos largos y grasos, pantalones anchos y polo ceñido, de lentes pequeños desde donde se veían dos puntitos a modo de ojos incendiados de ira. No sé por qué, pero a mí me pareció el personaje del famoso videojuego Street Figther, Edmond Honda.
Terminada la presentación del proyecto fuímonos todos a cenar, en confianza periodistas aún indignados me comentaron que él era el Gerente de Cultura de Pisco. No lo podía creer. No podía imaginarme que dicho espécimen se arrastraba cual larva en medio de una casa tan bella. Pero eso no es lo peor que oí aquella noche. Me enteré algo que estoy investigando por estos días, para lo cual estoy reuniendo pruebas, fotos y testimonios. Los periodistas señalaron que dicho sujeto tenía como única experiencia haber administrado una cabina de internet y que su puesto actual le había sido dado como cargo de confianza.
Por un instante pensé, cuántos jóvenes, señoras, personas mayores habrían sido ofendidas por Honda. Retorné a Lima con ese extraño sabor de amargura e indignación. Preferí quedarme con el ceviche de lenguado en “el Ché” en Lagunillas, el pisco blanco de blancos que bebí en grata compañía de Checopa, César y Eduardo. La amabilidad del maestro Laos, los aplausos de emoción por lo que la ciudad podría llegar a empezar a ser gracias al proyecto cultural más ambicioso que jamás se halla visto en Pisco. Preferí quedarme con el abrazo de despedida de los periodistas quienes me dijeron que lo ocurrido en la Casa no quedaría en el aire.


*
Acabo de regresar de mi última visita a Pisco y acabo de decidir lo necesario que es terminar este texto. Volví a visitar a Lesenia. Le comenté alegre que ella también sería un agente cultural importante en el proyecto y de inmediato me preguntó sonriente, qué pasó la última vez que vinieron a visitarme. Y empieza su historia. Han venido unos periodistas a pedirme mi testimonio por lo ocurrido. La escucho y mientras la escucho sonrío con levedad. Mi sonrisa cambia en el acto cuando me comenta que hace pocos días el malcriado se le ha acercado y le ha prohibido dar declaraciones a la prensa en un tono amenazante que ella no ha permitido e inmediatamente le ha replicado “nadie puede prohibirme nada”.
La miro seria, veo valentía en su determinación; ese es el tipo de gente que necesitamos, gente valiente capaz de defender sus derechos, gente que no permita que una caricatura ensanchada y amorfa la amenace ni la amilane. Me entero que hace días atrás el mismo tipo gritó a unas señoras y casi gritándoles les increpó al igual que a mí, “qué hacen aquí”.
Pisco merece un Gestor Cultural que no trate mal a nadie, que entienda que la cultura no puede estar bajo cuatro llaves y que todos, sépanlo bien, todos pueden ingresar a un museo sin un permiso u autorización. El actual Gestor Cultural de Pisco es una pieza más de la museografía de la ignorancia de este país, una pieza rota producto de la irresponsabilidad del municipio actual y su poco tino para poner a cualquier persona en un cargo ligado a la cultura.  

La sala de exposición no se puede opacar por esbirros ilustrados. Un buzón de quejas puede empezar a ser la solución y quizá el mismo empiece a mostrar las miles de ofensas que miles de personas que quisieron ver arte no pudieron hacerlo gracias a gestos tan poco amables. Ante atropellos semejantes y actos de matonería, reaccionaremos siempre, Honda, así no te guste.