miércoles, 6 de abril de 2016

5 de abril de 2016

He visto gente conmovida desde las ventanas de sus casas y desde el interior de los buses de la Av. Wilson, agitando sus brazos, alzando el pulgar algunos, cerrando el puño otros como intentando darnos esa fuerza que por ratos parecía extinguirse en la garganta y entonces volvíamos a gritar, pero ya no con la garganta sino con el corazón. He visto gente mirar el mar bullicioso de indignidad que desfiló frente a sus narices. No lo creerán, pero también he visto gente con lágrimas en los ojos mirarnos desfilar gritando y ha sido inevitable no sentir un hormigueo en el pecho. La gente hoy respondió en las calles, la democracia se puso a prueba una vez más y ha jugado en pared con la indignación de gente que ha marchado pacíficamente. No cabe duda alguna, "el mundo es ancho e infinito cuando los hombres se juntan". Somos los custodios de esta democracia que imperfecta como es nos pertenece y si la defendimos en las calles a ellas volveremos cuando el pututo haga el sonido que indique que es hora de marchar y nuestra ansiedad, alegría, indignación se mezclen para defender y decirle al poder que somos ciudadanos que no somos terroristas que somos los hijos de los campesinos que no pudieron esterilizar y decir en voz alta a los que andan dormidos que un pueblo con conciencia no elige a un delincuente para finalmente sellar nuestro pacto y gritar que un 5 de abril no se volverá a repetir mientras creamos en nosotros mismos como país como aunque sea una maldita remota posibilidad de serlo.