lunes, 24 de agosto de 2020

La revolución y la tierra




En un país donde la construcción de nuestra propia historia tiene tantas y malas versiones de un mismo hecho, en donde los políticos, poseedores de verdades que sus correligionarios convierten en absolutas y por ende peligrosas es necesario saludar documentales que tienen por único objetivo revisar hechos importantes que a fuerza de repetirse se han hecho indiscutibles. Así, por ejemplo, la reforma agraria, siempre ha sido contada como la acción de un mandatario golpista y militar que expropió de sus tierras a un grupo de peruanos que hoy andan quejándose de la opulencia de la que eran poseedores en otros tiempos. Poco se sabe que dicha reforma era algo que el Perú de ese entonces pedía y que fue materializada en el gobierno militar. Nula es también la reflexión de que esa reforma era una medida drástica pero necesaria porque significaba el colapso de un sistema opresor que hacía del indígena como en casi toda la historia republicana del Perú el sujeto más afectado de todos. La aparición de La revolución y la tierra (2019) mira al pasado de frente y a los ojos, sin miedo y sin concesiones con nadie y es quizá ello uno de los puntos más acertados del documental de Gonzalo Benavente que expone con supina inteligencia a una larga lista de intelectuales de intachable reputación para crearnos el antes, el durante y el después de una reforma que hoy, tantos años después, se puede considerar como un hecho más que necesario y es que su ejecución nos toca directamente hasta la actualidad pues como se menciona en el mismo, si Velasco no hacía la reforma, Sendero ganaba la guerra porque la insurrección hubiera venido en una masa incontenible y sin máscaras a lo joker. El documental enriquece a quien lo observa porque hace que nos podamos ver a nosotros mismos y generar desde ahí nuevos diálogos que aperturen la reflexión y nos sigan permitiendo entendernos sin apasionamientos radicales que como vemos en la actualidad a ningún lado parecen llevarnos. Resulta necesario en un contexto de rebeliones venidas de países vecinos revisar en qué situación nos encontramos como país para a partir de ahí reconocer que por aquí el abuso fue en algún momento de nuestra historia lo que campeaba a diestra y siniestra bajo la silenciosa mirada de mandatarios que poco o nada les interesaba la indiada acusada siempre de rebelde y problemática. La revolución y la tierra interpela al espectador desde el primer momento contrastando imágenes del pasado y de la actualidad y demostrando con ello que si algo no han perdido nuestras autoridades es la tan típica huachafada limeña como cuando se le oye al actual ministro de Cultura, Francesco Petrozzi, frente a una visita que hizo el rey de España al Perú decir: “Yo me apellido Petrozzi, así que muy español no soy. Pero me siento español por ser peruano”. Más interesante es ver la manera cómo el documental muestra a Velasco como lo que era: un piurano criollo desconocedor del quechua, fanático de la música criolla y muy cercano a la gente. De hecho hay más de una versión en el documental que me emocionó como cuando un sindicalista fue a buscarlo a palacio, el “Chino” apartó a la policía militar y le prometió atenderlo. “Así era el presidente Velasco” dice frente a la cámara y su emoción nos enmudece. Plagado de historias que trajo la reforma el documental no ha dejado de lado la versión de pobladores que hablan de las grandes haciendas como la famosísima hacienda de Huando en Huaral con añoranza por aquellos tiempos y hasta admiración por la familia Graña. Como fuere, algo que no deja de hacer La revolución y la tierra es dejarnos indiferentes y he ahí el verdadero mensaje que debemos extraer más allá de posiciones predefinidas, quizá ya es hora de reformular conceptos desde las aulas y generar diálogos que nos acerquen sacándonos viejas historias que nos contaron los abuelos o los padres y apuntar que más allá de lo que muchos crean la tierra, nuestra tierra, estuvo plagada de revoluciones porque la indignación apremia y los que lucharon por la justicia aún viven entre nosotros.


domingo, 23 de agosto de 2020

Usagi Yojimbo & las tortugas ninja de Stan Sakai y Tom Luth. (Planeta Cómic, 2018)





Coleccionar tortugas es mantener en forma al niño que llevamos dentro. Es recordar nuestra infancia, nada triste, nada serena, nada sola. Todos guardan en cada muñeco playmates un retazo de su memoria, por eso quizá tratamos de recuperar con ansias esos cuatro quelonios con nombres renacentistas, un Donatello undercover o ese Destructor que nunca se llamó destructor sino Oruku Saki o Shereder, pero que para nosotros puede llamarse como se le dé la gana porque como se llame lo querremos igual.

Recordar los personajes de las tortugas es adentrarse a ese mundo de colores, a la cultura pop, a ese Nueva York en apuros siempre y listo para ser rescatado por estos héroes verdes y bonitos. De las tortugas hay muchas cosas que median entre nosotros y la pantalla, objetos tan valiosos como hermosos que valen la pena tener por ese afán de coleccionista. Los cómics, en ese sentido, fuente original de donde provienen, fueron creados en 1984 por Kevin Eastman y Peter Laird en un blanco y negro acorde a esa aura oscura impresa en la historia original y que acaba de ser publicado por la editorial peruana Deuxstudio Editorial, pero no me detendré a hablar sobre ese comic porque quiero hacerlo en una siguiente reseña. Decía que sobre las tortugas existen piezas gráficas dignas de colección y ese es el caso de Usagi Yojimbo & las tortugas ninja.
Usagi Yojimbo fue creado por Stan Sakai y apareció por primera vez el mismo año que apareció TMNT núm. 1. Su creador dibujó a Usagi con las tortugas y le tomó por sorpresa que su personaje apareciera en un cómic sobre las mismas, tiempo después Sakai mencionaría que de haber sabido que su conejo iba a publicarse hubiera hecho algo mejor. La historia, aunque corta y sencilla gana mucho con la forma cómo se presenta. Se observa un Usagi cual samurái de Akira Kurosawa en la era Edo visitando a un Splinter con el nombre de Kakera sensei. De inmediato este le encarga una misión y designa a sus verdes acompañantes cogiendo unas tortugas que se encontraban chapoteando en el río. Este viaje a través del tiempo nos hace recordar a la Teenage Mutant Ninja Turtles III: Turtles in Time con la única diferencia que este viaje al pasado tiene más contenido que el de la película. En el cómic la mitología japonesa hace su aparición y nos relata una historia fascinante y bella.

Se cuenta que en Japón se ha asociado los terremotos a los siluros, una especie de pez de aguas dulces que puede notar un movimiento sísmico a largas distancias. Creían los antiguos según Sakai que los terremotos se debían a la creencia que debajo del país del sol naciente vivía un siluro gigante llamado Namazu. El dios del trueno de nombre Takemikazuchi o Kashima-no-kami capturó a ese pez bajo una piedra inmensa, la parte superior de esa piedra se cuenta reposa en el santuario de Kashima. Dicen que la piedra detiene la cabeza de Namazu y ello controla que la isla no desaparezca.

La historia se relaciona con el cómic porque es Splinter o Kakera sensie quien tiene una parte de dicha piedra con la que podrá evitar la destrucción de todo el país y el mundo. Enfrentamientos, buenos gráficos y una serie de dibujos entre Sakai e Eastman en la parte del libro hacen pensar que este cómic debería reposar en la estantería de todo buen tortuguero.

Teenage Mutan Ninja Turtles One (Deux Graphica Studio, 2020)

                                                                                         
                                                                                                    

Sería fácil mencionar la gran verdad que el volumen 1 de Teenage Mutant Ninja Turtles es una obra maestra, primero porque ello ya se ha dicho, y segundo porque el motivo de esta reseña con muchos años de retraso tiene razones justas en su demora y llega, o así lo imagino, como el monje tibetano que aun sabiendo que su templo es el más bello decide volver a contemplarlo solo para entrar en él, pero de una forma diferente. Por tal motivo, otras son las razones que me mueven a escribir sobre este primer volumen, la primordial, hacer que los niños que fuimos volvamos a las tortugas a través de la lectura y habiendo leído el cómic nos demos cuenta que cuando se habla de ellas no solo estamos hablando de una historia llena de nostalgia y colores, no señores, estamos hablando también de una propuesta revolucionaria en todo el sentido de la palabra y me parece que desde esa posición firme y contundente podremos empezar haciendo respetar una de las historias más importantes de los cómics independientes. Un David que alguna vez se tumbó a un Goliat.
Definitivamente el volumen 1 es raro para una generación que nació con las tortugas del 87, llenas de colores y aventuras que hicieron que nuestra infancia sea una de las mejores. Recuerdo que por aquellos años los cómics que vi eran de DC, descontinuados casi siempre y por lo general de Superman. Por lo tanto, soñar en ver a una editorial como Mirage Studios colgada de un puesto de periódico era una utopía, los puestos tenían separado entonces sus titulares y estaban, esos sí continuados, llenos de coches bombas y atentados. No se trata aquí además de empezar a hacer comparaciones entre el dibujo y el cómic; es primordial entender que los dibujos que vimos de pequeños son una adaptación con una cuota de violencia reducida a la enésima potencia. A mi parecer, la mejor manera de valorar la historia original es contextualizándola. Todos sabemos que Eastman y Laird hicieron algo que el público nunca se esperó, es decir, hacer que dos completamente desconocidos se alejaran de propuestas estereotipadas propias de modelos predefinidos. En ese sentido, es la crisis económica y por ende creativa la que dejará espacio y libertad para que propuestas como la de ambos tomara un espacio que no había sido captado por nadie. La creación de Mirage Studios, una editorial independiente y por ende modesta sería algo similar como lo que acontece en la actualidad con las llamadas editoriales independientes peruanas, (que por cierto existen) dicho de otro modo, es como que en la actualidad una independiente se bajara en ventas al monstruo que es Randon House en el tema libros.  
Dicen que la distancia permite contemplar mejor lo que se observa, si aplicamos ello en el cómic de TMNT cabe mencionar que la historia gana más respeto aún si advertimos que su propuesta no es gratuita y está plagada de guiños a maestros como Frank Miller y Jack Kirby. De hecho, Eastman y Laird cuando deciden crear al personaje de Splinter estaban haciendo una parodia al maestro de Dardevil de Frank Miller, así como cuando crean el clan del pie estaban haciendo un guiño al grupo de ninjas presentes en el mismo cómic. Esto en realidad no fue nuevo para los fans americanos que asociaron de inmediato la referencia, la particularidad de TMNT radica en su propuesta artística que además no fue algo buscado, sino que refleja la precariedad del contexto económico de la época. Me gustaría entonces mencionar que aquí en el cómic lo que encontrarán es una atmosfera totalmente lúgubre y no por ello inferior. Al no haber bandanas de colores sus personajes solo pueden ser reconocidos por sus armas, la historia de los dibujos aquella que cuenta que Amato Yoshi se convirtió en Splinter es lejana y más cercana a la película de 1990 dirigida por Steve Barron. A su vez la historia del cómic es más humana y carnal porque la rivalidad entre Oroku Saki, conocido por estos lares como Destructor y Amato Yoshi se debe a que fue este último quien mató al hermano de Oroku Saki de nombre Nagi cuando lo sorprendió agrediendo a Tang Shen, el cómic hace una narración bella cuando señala: “El mundo de Yoshi se desvaneció en una roja confusión”.
Y si esto no es poco para despertar la curiosidad de cualquiera, ver la actitud que toman las tortugas para vengar al maestro de su maestro es impactante, contemplar la relación laboral entre April O’Neill y el doctor Baxter Stockman aturde. Los personajes se abren paso en medio de las historias y van apareciendo los mouser así como Fugitoid y su conmovedora historia son pequeñas primeras muestras que dan cuenta que Eastman y Laird la tenían clarita desde el inicio y sabían a dónde apuntaban. También y para perfumar el recuerdo como dice el vals aparece el mítico Volkswagen Classics más conocido como la tortuvan con un propietario peculiar y un amague argumental magistral sobre su posible y dudosa procedencia. No obstante, aparece o mejor dicho aparecen los Triceratones y un viaje en el tiempo que tendremos que esperar en qué acaba hasta la aparición del tomo 2 por parte de la apuesta digna de aplauso de Deux Graphica Studio de quien diré a su favor que no han llegado tarde a la reimpresión del cómic, en realidad fuimos nosotros y nuestras peculiares circunstancias.