martes, 22 de mayo de 2012

Los oficios de la cultura - Editor: Jorge Herralde


Los oficios de la Cultura se adentra en el mundo editorial de mano de Jorge Herralde, fundador de Anagrama y uno de los editores más reconocidos a nivel internacional. Junto a él los espectadores descubren cómo se seleccionan los manuscritos que serán publicados y se recorre todo el proceso de edición, corrección, maquetación y distribución.
Las relaciones entre el editor y sus autores: derechos de autor, promoción, representación, contratos; los acuerdos con las librerías y formas de presentación de los libros; así cómo la incidencia de las nuevastecnologías y formatos en la edición, especialmente del libro electrónico; son algunos de los aspectos que se abordan con Herralde y su equipo.
Junto a él participan autores como Rafael Chirbes o Kiko Amat y libreros de prestigio como Antonio Ramírez, directores de la Librería La Central.
Ana Lucía de Bastos, una joven venezolana que aspira a convertirse en editora será la alumna a quién Herralde muestre los pormenores de un oficio imprescindible para la sociedad y la evolución cultural.
Herralde fue uno de los pioneros en introducir en España autores extranjeros polémicos durante la dictadura y de los primeros en apostar por la expansión editorial en Hispanoamérica.
Para ver el video les dejo el siguiente enlace:  Los oficios de la Cultura


Las últimas palabras de Fuentes


Sesenta y seis. Esos son los años que estuvo atrapado Carlos Fuentes por la verdadera pasión de la literatura. Sesenta y seis años que hay entre el descubrimiento que hizo de El conde de Montecristo, a la edad de 17 años, y la escritura de sus dos últimos libros: Personas y Federico en su balcón que dejó a los 83 años, antes de morir el 15 de mayo. El primero son unas memorias sobre los personajes que conoció y el segundo una novela en la que salda cuentas con Nietzsche.
No es solo el legado póstumo de uno de los escritores e intelectuales más relevantes del mundo hispanohablante del último medio siglo. “El significado de Federico en su balcón”, explica Pilar Reyes, editora de Alfaguara que publicará la novela a finales de año, “es que Fuentes nunca pensó que fuera el último. Pero ahora cobra una gran dimensión simbólica. Resume dos aspectos: el Fuentes ciudadano y el literario e intelectual. Es una reflexión sobre el poder y la decisión moral en las pequeñas cosas de la vida. Una especie de combate entre lo público o el poder que incide en la vida de todos y las decisiones pequeñas y privados”.
La novela empieza envuelta en la luz donde se encuentran la noche y el día, una “aurora lenta y despiadada”. Lo vive Dante Loredano, trasunto de Fuentes, que ve cómo en el balcón de al lado un hombre mira la noche “con un vasto sentimiento de ausencia”. Asomado a esa calle literaria de una ciudad que afronta una revolución social contra la oligarquía del poder económico y social, Carlos Fuentes traza el círculo de su vida.

Federico en su balcón

CARLOS FUENTES
A VALENTÍN FUSTER, MÉDICO.
I De la paz el arcángel divino
Federico (1)
Lo conocí por casualidad. Era una noche más que caliente, pegajosa, enojosa, inquieta. Una de esas noches que no alivian el calor del día, sino que lo aumentan. Como si el día acumulase, hora tras hora, su propia temperatura sólo para soltarla, toda junta, al morir la tarde, entregársela, como una novia plomiza y mancillada, a la larga noche.
Salí de mi cuarto sin ventilación, esperando que el balcón me acordase un mínimo de frescura. Nada. La noche externa era más oscura que la interna. A pesar de todo, me dije, estar al aire libre pasada la medianoche es, acaso psicológicamente, más amable que encontrarse encerrado sobre una cama húmeda con el espectro de mi propio sudor; una almohada arrojada al piso; muebles de invierno; tapetes ralos; paredes cubiertas de un papel risible, pues mostraba escenas de Navidad y un Santaclós muerto de risa. No había baño. Una bacinica sonriente, un aguamanil con jarrón de agua –vacío–. Toallas viejas. Un jabón con grietas arrugado por los años.
Y el balcón.
Salí decidido a recibir un aire, si no fresco, al menos distinto del horno inmóvil de la recámara.
Salí y me distraje.
Y es que en el balcón de al lado, un hombre se apoyaba en el barandal y miraba intensamente a la gran avenida, despoblada a esta hora. Lo miré, con menos intensidad que su visión nocturna. No me devolvió la mirada ¿Quién sabe? Unas espesas cejas caían sobre sus párpados. ¿Qué decía? Unos bigotes largos y tupidos ocultaban su boca. Sólo que entre ambos –cejas, bigote– aparecía una desnudez que al principio juzgué impúdica, como si el solo hecho de ser áreas limpias las hiciese tan desnudas como un par de nalgas al aire. Lo limpio de ese rostro cubierto de cejas y bigotes conducía a una idea perversa de lo lampiño como lo impuro, sólo por ser distinto de la norma, pues la abundancia de cejas y bigote parecían, en este hombre, ser la regla.
Sólo que al verlo allí, en el balcón vecino, mirando a la noche con un vasto sentimiento de ausencia, sentí que mi primera impresión, como toda primera impresión, era falsa. Aún más: yo difamaba a este hombre; lo difamaba porque me atrevía a caracterizarlo sin conocerlo. Deducía de un par de signos externos lo que el hombre interno era. Mi vecino. ¿Cómo se llamaba? ¿Cuál era su ocupación? ¿Su estado civil? ¿Casado, soltero, viudo? ¿Tenía hijos? ¿Tenía amantes? ¿Qué lengua era la suya? ¿Qué había hecho para ser memorable? ¿O se resignaba, como la mayoría de todos, al olvido? ¿Se dejaba llevar por un cómodo anonimato de la cuna a la tumba, sin ninguna pretensión de durar o ser recordado? ¿O era este ser humano, mi vecino, portador de una vida secreta, valiosa por ser secreta, nomanoseable por el mundo? ¿Una vida propia vestida de anonimato pero portadora, en su seno, de algo tan precioso, que mostrarlo lo disolvería?
Pensaba en mi vecino. En realidad, pensaba en mí mismo. Si estas preguntas venían a mi ánimo, ¿se referían al pensativo y ausente vecino? ¿O eran las preguntas sobre mí mismo que me hacía a mí mismo? Y de ser así, ¿por qué ahora, sólo ahora, en la distante compañía del hombre próximo, me hacía preguntas sobre él que en verdad era una manera de cuestionarme a mí mismo?
Mis preguntas fueron sorprendidas por el amanecer. De la noche que evadí en mi recámara, salí a una aurora que duraba más en mi memoria que en mi imaginación. ¿Era más breve que mi recuerdo? ¿Era más duradera que mi imaginación? Hubiese querido comunicarle estas preguntas, que no tenían respuesta solitaria, a mi vecino. La luz se avecinaba. Precedía al día. No lo aseguraba. Tuve, por un instante, la sensación de vivir un amanecer interminable en el que ni la noche ni el día volvían a manifestarse. Sólo ocurría esta incierta hora, que yo sabía pasajera, convertida en eternidad.
La jornada se avecinaba, renovada y ajena a nosotros. Vivos o muertos, estuviésemos o no aquí, despoblada la tierra y suficiente a su retorno eterno. Nada en el mundo salvo el mundo mismo. Ignoro si la tierra dejada a su propio circular, pensaría en sí misma, sabría que era “tierra”, entendería que era parte de un sistema planetario, y si el universo mismo dudaría entre ser infinito, idea inconcebible, sin principio ni fin. Otra realidad.La realidad.
Que en este momento era yo con mi vecino el bigotón, mirando el amanecer.
El eterno amanecer. La noción me llenó de pavor. Si el día no llegaba aunque la noche hubiese terminado, ¿en qué limbo de las horas quedaríamos suspensos para siempre? Quedaríamos. Mi vecino y yo. Quise adivinar su mirada, imprevisible debajo de las tupidas cejas. ¿Cerraba los ojos, dormitaba acaso, ajeno a mi presencia aguda aunque inquisitiva? O miraba, como yo, esta aurora lenta y despiadada. Sin piedad: ajena a nuestras vidas. Desinteresada en nuestra necesidad de contar con noche y día a fin de arreglar… ¿Qué cosa? ¿Necesitamos de verdad día y noche para despertar o asearnos, desayunar, salir al trabajo, frecuentar colegas y amigos, almorzar por segunda vez, leer, mirar al mundo, tener amores físicos, cenar, dormir? La vuelta impenitente –imperturbable– de nuestras vidas, dictada por un ciclo en todo ajeno a nuestros propósitos, en todo indiferente a nuestras actividades (o falta de ellas).
¿Tendría, yo, el valor de despojarme de horarios, funciones, deseos y someterme a un amanecer sin fin que me liberase de cualquier ocupación? Quizás así sería el paraíso: una aurora interminable que nos eximiese de toda obligación. Aunque, mirando al hombre silencioso en el balcón de al lado, imaginé que así, también, sería el infierno: un amanecer jamás concluido. Liberación. O esclavitud. Vivir para siempre en el amanecer del mundo. Cautiverio. O liberación. Ser un ave que sólo vive un día. O un águila eterna que vuela sin destino buscando lo que ya no existe: el día para volar, la noche para desaparecer. Ni siquiera un meteoro, a esta hora temprana, para hacernos creer que todo, muy pronto, se moverá…
Él me miró desde su balcón. Medio metro entre el suyo y el mío.
Me miró como se puede mirar a un extraño. Descubriendo, de súbito, a un reconocido. Quiero decir que el hombre mi vecino me miró primero como a un desconocido. Enseguida, descubrió una semejanza. Sus ojos me dijeron que si no me conocía, reconocía en mí una identidad olvidada. Yo hice un esfuerzo, no demasiado penoso.
¿Dónde había visto antes a este hombre?
¿Por qué me parecía tan familiar este desconocido? ¿Tan reconocible, por lo visto, como yo a él?
¿Ya leíste la prensa? –me preguntó de repente–.
No –le conteste, un poco sorprendido por el tuteo más que por la pregunta misma–.
Aarón Azar –dijo entonces, como si recordase lo previsible–.
¿Qué…? –exclamé o pregunté, no sé…–.
¿Lo mataron? ¿Logró huir? ¿Está escondido? ¿Lo escondieron? –las preguntas de mi vecino se disparaban como balas–.
No sé… –fue mi débil excusa–.
Por lo menos, ¿sabes si Dios ha muerto? –concluyó antes de retirarse del balcón–. ¿Qué sabes?
Nada ¿Cómo te llamas?
Federico. Federico Nietzsche

Edición conmemorativa de ‘La ciudad y los perros’


Han pasado 50 años. Y ese joven peruano que en 1962 desvelaba al mundo la dura educación del Colegio Militar Leoncio Prado es ahora un nobel de literatura. La ciudad y los perros fue la novela de estreno de Mario Vargas Llosa, ganó el premio Biblioteca breve y su primera edición fue publicada en 1963. La última, en cambio, saldrá a la venta el próximo miércoles. Se trata de una edición conmemorativa, realizada por Alfaguara, con la que la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) celebran el cincuentenario de una obra “fundamental del boomlatinoamericano”, como afirma un comunicado emitido por la RAE. Consta de 768 páginas y costará 12,90 euros.
Traducida a más de 30 idiomas, La ciudad y los perros describe las duras condiciones en las que los jóvenes internos reciben la enseñanza secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde el mismo Vargas Llosa estudió durante dos años de su adolescencia. Su última edición ha sido coordinada por la Academia Peruana de la Lengua y su presidente, Marco Martos. El propio Martos se encarga también del texto que abre la obra, analizando fuentes e inspiraciones literarias de Vargas Llosa.
El Nobel de Literatura ha vuelto a revisar la obra, que sale acompañada de los estudios de José Miguel Oviedo, Víctor García de la Concha, Darío Villanueva, Javier Cercas, Carlos Garayar, John King y Efraín Kristal.
“La aparición de la novela marcó un paso importante en la superación de la temática indigenista, de la búsqueda de raíces y valores prehispánicos, avanzando hacia un terreno cotidiano, la realidad presente del ciudadano americano, vertebrado, todo ello, en nuevas formas de novelar para la literatura hispánica basadas en la experimentación con la técnica narrativa. Esta innovación de fondo y forma convierte a Vargas Llosa en punto de referencia fundamental de la narrativa hispanoamericana actual”, sostiene la nota publicada por la RAE.
Vargas Llosa entra a formar parte de un club que ya cuenta con invitados más que ilustres. Entre las obras que RAE y ASALE han ido publicando en su serie de ediciones conmemorativas están Don Quijote, de Miguel de Cervantes, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, La región más transparente, de Carlos Fuentes y las antologías de Gabriela Mistral y Pablo Neruda. (EL PAÌS)

jueves, 17 de mayo de 2012

María Kodama: “Borges era modesto, pero mucha gente dice que no”


Kodama está en Lima para la muestra El Atlas de Jorge Luis Borges, en la Universidad de Lima. Pedante o no, Marìa Kodama se ha convertido en la defensora de  la obra de Jorge Luis Borges. En esta entrevista responde entre otros temas, que Pablo Katchadjian y su obra El Aleph engordado, se meterá en serios problemas por haber tocado un texto del escritor argentino. 
En la entrevista, Kodama cuenta cual era el platillo favorito de Borges, de las antipatías que le tocó afrontar, de sus reacciones ante el Premio Nobel y encima recomienda leer a Harold Bloom y a Julia Kristeva para repasar el concepto de "Intertextualidad". Sin duda alguna, Kodama siempre tendrá esa aureola de huachimana y celadora de la obra del gran Borges. De paso afirma algo que sabe llamará la atención, aún tiene cosas inèditas de Jorge Luis.

A continuación algunas preguntas que le hace Pedro Escribano en La República  

¿Su ceguera no era un impedimento para disfrutar el lugar a donde llegaba?

No, por supuesto que no; si no no hubiera viajado tanto. Hay que tener en cuenta que él ya había conocido todos esos lugares cuando él veía, cuando era adolescente y vivió en Europa.

Borges también tenía viajes imaginarios. ¿Cómo era Borges cotidiano?, ¿acaso un ser enclaustrado por su ceguera?

No, todo lo contrario. Era una persona muy divertida que hacía la vida muy agradable, muy fácil. No era una persona que se malhumoraba, de mal carácter. Todo lo contrario, era muy vital.

¿Cómo así se organiza esta muestra?, ¿qué orden tiene?

Es un poco como un Atlas, tiene la misión de mostrar los distintos lugares geográficos y momentos de vida de Borges en el mundo. Esta muestra comenzó a raíz de que cuando volvíamos de los viajes nos encontramos con el poeta argentino Alberto Girri y con un profesor y veíamos las fotos. Allí nació la idea de hacer un libro con las fotos mías y con texto que Borges escribiera. Así surgió.

A mí me resulta paradójico, lo digo por curiosidad, en el sentido de que Borges era ciego y esta muestra es visual.

Sí, bueno pero digamos si uno lee la obra de Borges, yo creo que esa es la trampa en la que muchos directores de cine han caído. La obra de Borges es muy visual, debajo de eso está todo el aparato, digamos, de la filosofía, las religiones, las  reflexiones. Pero cuando uno ve la reflexión que hace de las cosas, esa es la trampa para los directores porque dicen “tengo la escena”, pero se les escapa la esencia de esa historia. 

Muchos tenemos una imagen de Borges muy por encima de lo prosaico, ¿qué era lo más terrestre de Borges?

No sé, terrestre en qué sentido?

En el sentido de lo más humano…

Para mí era humano.

Claro, usted lo tenía todos los días. Por eso le decía de la imagen que tenemos de Borges.

Claro, para mí era humano, pero también divino. Yo nunca lo consideré extraterrestre (risas).

Ante una mesa, ¿cuál era su plato preferido?

Arroz con manteca y queso.

¿Comida gaucha?

No, aunque tendremos que decir de gaucho japonés, porque el arroz es típico de los japoneses.

Ah, es influencia suya entonces…

No, no, antes de mí ya le gustaba eso. En eso era muy divertido. Recuerdo una vez que un señor nos llevó al restaurante Maxim’s de París. Allí este señor, divino, que se desvivió porque es un restaurante carísimo, hablaba de vino y elegía potajes y pronto vi que Borges empezó a impacientarse. Cuando eso ocurría, yo me daba cuenta porque las cejas se le empezaban a erizar como chuña.
Entonces yo dije este pobre hombre va a terminar mal, pero en fin, yo no me podía meter. El hombre se desgañitaba diciéndole que este plato o este otro, pero Borges no, decía: “yo quiero arroz, manteca y queso”. El señor, desesperado, le dice “usted está aquí, en el mejor restaurante de París, estamos en el Maxim’s”.
Mire, nosotros teníamos en Buenos Aires un restaurante al que íbamos, era muy pequeño, no sé si aún estará, pero uno de los mozos cazaba jabalíes, y lo divertido es que Borges era jabalí en el horóscopo chino. Entonces, cuando se enteró de eso, le dijo al mozo: “Entonces ya no puedo venir más a este restaurante”. El mozo, horrorizado le dice ¿por qué, maestro? y Borges le responde: “Aquí corro peligro, usted es cazador de jabalíes”. (risas)

¡Borges un jabalí!

En el horóscopo chino es jabalí… No, en realidad es chancho, pero él me decía, jabalí, María, por favor, eso es de mayor dignidad. Pero allá, en París, ante este buen señor dale con que  maestro, este es el mejor restaurante de París. Borges al escuchar eso me pregunta: “María, ¿este no será una sucursal del nuestro de Buenos Aires?”, con lo cuál el señor casi se muere. Y después Borges mira al mozo y le dice: “Yo quiero probar, en el mejor restaurante de París, cómo preparan mi plato preferido: arroz con manteca y queso” (risas).

Borges aún tiene inéditos?

Yo tengo un prólogo y un script que le habían pedido. Son totalmente inéditos.

El prólogo sobre qué se refiere?

Es sobre El libro sagrado de los muertos egipcios.

La última, Borges no recibió el Nobel. ¿Cómo lo tomo?

Le encantaba porque, decía, se convertía en el mito escandinavo en lugar de ser un número más en una lista.

Usted tiene problemas con el escritor argentino Pablo  Katchadjian, autor de El Aleph engordado.

Yo no tengo problemas, él es quien tiene problemas y los va a tener serios.

¿Ha hecho un remake?

O sea, yo tomo tu obra sin pedirte autorización, la copio y agrego cosas en el medio para “engordarla”, yo te pregunto, ¿dejarías que eso fluya así? Bueno, tú estás vivo y puedes aceptarlo o no. No es el caso de Borges, que ya no está. Ocurre que todo el mundo trata de alcanzar notoriedad y fama trepando el nombre de Borges de cualquier manera.

Pero Borges hacía remakes también, tiene Pierre Menard, el autor del Quijote.

Esa es otra historia. Primero, Cervantes está en el dominio público hace 500 años. Segundo, yo invitaría que lean a Julia Kristeva y HaroldBloom y entiendan que es intertextualidad para que no digan que ese mamarracho es intertextualidad.


Goytisolo y Carlos Fuentes


Juan Goytisolo ha escrito sobre la partida de Carlos Fuentes, quizà sus palabras sean las de aquella persona que compartió más allá de los círculos literarios y es por eso que en ellas se nota ese pesar y esa nostalgia hacia el amigo y el "cuate" que alguna vez lo acompañó a escuchar a los mariachis en la plaza Garibaldi.
La nota de El País señala:
Escribir sobre la muerte de un gran escritor al que me unían, además, estrechos vínculos de amistad a lo largo de medio siglo es un ejercicio desolador. ¿Cómo resumir en unas pocas cuartillas lo que significaron para mí la relación con él y la lectura de las novelas que nos ha dejado en herencia? Las imágenes del autor, acompañadas siempre de la belleza frágil de Silvia Lemus, aparecen y se desvanecen ante mí como si al plasmarlas en el papel se borraran. ¿Existieron, fueron reales en la ficción del tiempo, desaparecerán una vez evocadas por mi pluma? La angustia del vacío que nos deja y me atenaza busca aferrarse en vano a lugares y fechas. Veo al joven Carlos, desbordante de energía y vitalidad, que estrelló su vaso de tequila contra el suelo para celebrar nuestro primer encuentro. Al cuate divertido que me acompañó a escuchar los mariachis en la plaza Garibaldi y me condujo, en compañía de Fernando Benítez y José Emilio Pacheco, al Teatro Blanquita. Al escritor elegantemente vestido que apareció en el vestíbulo de la Editorial Gallimard para firmar el contrato de traducción de La región más transparente o de La muerte de Artemio Cruz.
Veo aún al amigo de siempre en Madrid, Barcelona, Cuernavaca, Nueva York, Londres, Santander, Mallorca… Su imagen se esfuma y reaparece como embajador de su país en París, cuando me invitó a su residencia en la banlieue y me presentó a dos niños, sus hijos, que me llamaban Juan Sin Tierra, como el protagonista del libro de cuentos que devoraban. La acronía que manejó sabiamente en sus novelas —pienso en la fascinadora protagonista de Aura— se ha adueñado de mí al redactar estas líneas, y le veo tan pronto, siempre con Silvia, en el campus de alguna universidad norteamericana, contemplando el muro de Berlín desde la atalaya de Oranienburgerstrasse, o tomando el sol en la terraza de mi casa en Marraquech. Viajero incansable trataba de seguirle la pista a través de nuestros amigos comunes o en las entrevistas y reseñas aparecidas en la prensa. El más mexicano de los escritores era también el más trotamundos. Siempre venía de algún lado o estaba a punto de hacer las maletas.
Recuerdo la dicha que me embargaba al adentrarme en Terra Nostra,Cristóbal NonatoDiana o la cazadora solitariaEl naranjo… Explorador de lo incógnito, Fuentes no amarraba su nave a puerto alguno. Levantaba el ancla y partía de nuevo. Su asombrosa vitalidad y poder creativo admiraban a todos sus amigos. Era una fuerza de la naturaleza y desoía las palabras de cuantos les aconsejábamos una vida más sosegada. La escritura, me decía, es mi droga diaria, y para desintoxicarme de ella si aumento la dosis parto de viaje a descansar, a leer o a dar conferencias. Si quería comunicarme con él recurría a la agencia Balcells. ¿Está en Londres, en Buenos Aires, en Cartagena de Indias? ¿O terminaba acaso el nuevo libro que preparaba con sigilo?Hablar de su novelística es trazar la cartografía de una navegación solitaria, preferentemente por áreas remotas o desconocidas. Atento y fiel lector de Cervantes, reivindicaba con orgullo, frente a la fanfarria patriótica, la nacionalidad cervantina. Si su inmensa obra —La edad del tiempo— puede ser comparada a la de Balzac por su incisivo retrato de la sociedad de su tiempo, se distingue de ella en el enfoque de su trabajo: Carlos no cambiaba de tema, cambiaba de planteamiento literario. Concebía la obra en ciernes como una incursión en el ámbito de lo desconocido. Buscaba aclimatarse en un espacio no hollado por pie alguno, “en esos pocos metros de tierra”, decía, “que los holandeses ganan al mar”. La escritura, vivida por él como una aventura, convertía en su vez en aventurero al atento lector de sus páginas.
La última vez que le vi fue en Aix-en-Provence el pasado mes de octubre con motivo del homenaje que se rendía a su obra de toda la vida. Rebosaba salud y alegría sin que las jornadas exhaustivas de la celebración hiciesen mella en él. Le veo, le veo aún en el hermoso jardín del hotel, siempre junto a Silvia, departiendo hasta las tantas con sus admiradores y amigos.
Carlos Fuentes ha vivido hasta el fin en la plenitud de sus dones. No ha conocido los achaques ni heridas de la vejez. Y ahí está la obra que nos lega para recordarnos la perdurabilidad de lo escrito, no solo en el vasto mundo de nuestra lengua sino también en el universal e ilimitado territorio de La Mancha que él reivindicó como suyo. 
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Presentación de libro


Día: 20 de junioLugar: Centro Cultural CAFA-E (Av. Arequipa 2985. San Isidro)Hora: 7:30 pm

Nota de contratapa del libro:



"Narrar sobre la muerte cuando se tiene como horizonte el final sorpresivo se inscribe dentro de la estructura narrativa clásica presentación-nudo-desenlace. Es decir, narrar sobre la muerte suele ser, además de un tópico recurrente, un reto para todo escritor. ¿Cómo trascender la mera resolución portentosa? En La muerte se sueña sola, conjunto de cuentos escritos por Paul Asto Valdez, nos encontramos ante una inteligente forma de superar –a través de una narración funcional que acompasa las historias inmersas en ella– este lugar común. Aquí la narración nos permite, nos obliga a detenernos en el proceso que conlleva a la muerte, de tal manera que el lector acompaña los tortuosos recorridos que los angustiados y ansiosos protagonistas realizan a lo largo de sus historias personales. Lo que interesa es el conflicto, la herida, la necesidad de los personajes por hermanarse con la muerte, por ser capaces de otorgarla como única salida a las aporías y/o entropías que sus vidas significan."

(Jorge Teràn Morvelli)


El hallazgo de representarlo


Las palabras del agente literario más importante del llamado Boom latinoamericano no podían faltar en esta larga despedida a Carlos Fuentes. En ellas Carmen Balcells se muestra como lo que fue para los escritores latinoamericanos, una amiga y una madre. De su encuentro con Carlos lo que más recuerda es que ambos querían conocerse y que atinó en haber ido con la misma tela al primero de tantos encuentros.
La nota de El País señala:
"¡Que tristeza! Tengo que confesar una cosa, y es que tengo la sensación de que yo era la que debía estar esperándolos al otro lado… Pero yo sigo aquí en mi silla de ruedas. Como decía Carlos Fuentes en la entrevista que publicó EL PAÍS ayer, desde Buenos Aires, se sentía más joven que nunca. Acabo de volver a ver el manuscrito que Adán en Edén, una de sus novelas recientes. Es que cuando se muere alguien así me pongo a ordenar todo tipo de papeles como en una reacción de seguir adelante, de olvidar. Es una forma de no convertir algo tan terrible en algo natural. Yo no esperaba que se muriera Fuentes.
Lo conocí a finales de los años sesenta. Es una anécdota que recuerdo siempre. Un editor que se llama José Luis Ramírez me dijo que Fuentes estaba en Barcelona y quería conocerme. Yo le contesté que yo también. Y quedamos a comer. En ese momento sólo había leído de élAura, y me gustaba, era un autor muy bueno, importante. Así es que el día de la comida fui a mi ropero pensando en qué ponerme porque sabía que era un hombre elegante, caballeroso, políglota y cosmopolita. Y yo tenía que ir muy bien. Después de mirar la ropa decidí ponerme un traje de dos piezas, de esa tela de cuadros pequeños blancos y negros, de espiga. Cuando llegué al restaurante vi para mi sorpresa que coincidimos en la misma tela del traje. Entonces, me dije, ‘Qué bien Carmen, por una vez…’.
La verdad es que nunca tuve mucha familiaridad con Fuentes. Es algo que he adquirido cuando cumplí 80 años. Él y Silvia, su esposa, vinieron a Barcelona a celebrarlo conmigo. Poco a poco he ido tratando con gran amor a Fuentes gracias a Silvia, y eso que yo, al principio, tenía con ella una relación cordial pero con reticencias por parte mía. Ayer recibí una frase de Javier Martín, administrador de la agencia, en la que me decía que tenemos que acompañar mucho a Silvia, se ha quedado completamente sola.
Con esta mejora de la vida y la salud tendemos a pensar en la inmortalidad, pero cuando uno llega a los 80 años es como si la policía te avisara que estamos a punto de ser detenidos. Es algo que llega para todo el mundo.
Representarlo ha sido un hallazgo. Ahora siento dolor… mucho…".

La era Guardiola ya tiene película



Para todos aquellos amantes del buen fútbol y sobre todo, de la era Guardiola esta noticia les caerá como anillo al dedo y es que la era Guardiola ya tiene su película.


La nota de El País señala: 


La era Guardiola ya tiene su película. La noticia ha saltado hoy en el Festival de Cannes a través de una información del LA Times en la que anuncia que el cineasta Paul Greengrass -director, entre otras, deBloody Sunday, El mito de Bourne, y United 93-, rodará un documental sobre el Fútbol Club Barcelona. El filme contará con la producción ejecutiva del periodista John Carlin, cuyo libro El factor humano, publicado en 2008, fue llevado al cine por Clint Eastwood bajo el título Invictus, estrenada en 2009.

El documental, titulado Barça, pretende hacer una radiografía de las últimas temporadas del equipo gracias a un acceso “inusual” a sus jugadores y al equipo técnico. La idea, según LA Times, es mostrar las estrategias deportivas y de negocio del equipo, “al estilo de la películaMoneyball”, aseguran.
Barça se estrenaría en 2014, coincidiendo con la Copa del Mundo en Brasil.

Última morada: París


Los restos de Carlos Fuentes ya tienen destino: París. La misma ciudad que cobijase bajo su suelo a grandes escritores latinoamericanos será el nuevo espacio que habitará Carlos Fuentes. El lugar elegido ha sido el famoso Montparnasse en donde se encuentran famosos escritores como Julio Cortázar, Samuel Beckett, Jean-Paul Sartre entre otros.

La nota del diario El País  de España dice:

Los restos mortales de Carlos Fuentes serían inhumados en el cementerio de Montparnasse de París, en la misma tumba, adquirida por el propio autor mexicano en 2010, donde yacen los restos de los dos hijos que tuvo con su pareja, Silvia Lemus. En ese mítico lugar están enterrados también, entre otros autores ilustres, Julio Cortázar, Samuel Beckett, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Emile Cioran.

“Fuentes tomó hace dos años la decisión personal de ser enterrado en París”, ha explicado a Radio France Internacional (RFI) un portavoz de la embajada de México en la capital francesa, Eduardo del Río.
Los restos mortales de Fuentes, fallecido el martes a los 83 años por una insuficiencia respiratoria, serán incinerados y traídos por su viuda a París por voluntad del autor, según Del Río: “Fuentes arregló todos los detalles ante las autoridades y la administración de los cementerios de París. Fue una gestión que él hizo personalmente, solo”, añadió.
En el camposanto de Montparnasse reposan ya los restos de dos de sus tres hijos, Carlos y Natasha, que fallecieron a los 25 y 32 años de edad, respectivamente. La lápida familiar, que ha sido fotografiada por RFI, tiene grabados los nombres de Carlos Fuentes y de su viuda, Silvia Lemus, con sus fechas de nacimiento, por encima de los nombres de Natasha y Carlos. 
Del Río ha recordado que la relación de Fuentes con París no es sólo una cuestión familiar. “Fuentes y Francia, y sobre todo París, son una historia en común. Fuentes se radicó aquí en los años 60; Gallimard publicó su primera novela en 1963; conoció en esa época y convivió con los autores latinoamericanos del boom, con Vargas Llosa, con Cortázar, con García Márquez; vivió el 68 aquí, lo pudo observar y registrar; la literatura francesa siempre fue fuente de inspiración; conoció a grandes autores franceses; fue embajador de México aquí entre 1975 y 1977: siempre hubo una gran amistad entre París y Fuentes”, señaló Del Río.
El diplomático indicó que no tiene mayores informaciones de cuándo tendrá lugar la ceremonia en Montparnasse, ya que la familia de Fuentes se está encargando de los detalles.
El Premio Cervantes 1987 fue despedido esta semana por una multitud en México D.F., y en la capilla ardiente participaron, además del presidente Calderón, Silvia Lemus, y Cecilia Fuentes, la única hija que sobrevive al escritor, nacida de su primer matrimonio con la actriz Rita Macedo, fallecida en 1993.

UNA BIOGRAFÌA LITERARIA EN 10 LIBROS DE CARLOS FUENTES


Foto: Marisa Flores.
A los 11 años, Carlos Fuentes recibió el premio del Instituto Nacional de Chile, en Santiago. Para entonces ya había escrito pequeños ensayos, cosas breves y, cuando tenía 18 años, participó en su escuela de México en un concurso de literatura. Ganó el primero, el segundo y el tercer premio. “Así decidí que mi destino estaba hecho. Y el de mis amigos también, porque se dedicaron a la política, no teníamos otra salida”, dijo mientras subía las cejas con risa burlona en la playa de Formentor, en Mallorca, donde el verano pasado recibió el Premio Formentor de las Letras. Allí desandó sus 82 años de vida por medio mundo. Gracias, primero, a la labor diplomática de su padre y después a los caminos por los cuales lo reclamó su propio éxito literario, hasta convertirlo en uno de los autores e intelectuales hispanohablantes clave de la segunda mitad del siglo XX y XXI y uno de los pilares del boom latinoamericano junto a Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Allí, a orillas del Mediterráneo, trazó su arco personal y literario y evocó algunos de sus libros.
‘LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE’
México habla al escritor (1958)
“Pertenecía yo a una tradición, era muy amigo de Rulfo. Admiraba mucho su obra y me parecía que El llano en llamas y Pedro Páramo eran obras definitivas que cerraban un capítulo de estilo, de temática; y quedaba otra parte de la ciudad que no estaba escrita. Yo viví mucho la ciudad: fui muy parrandero, iba a cabarets, a burdeles, a los bailes, conocía mucho a la gente. Salía con Salvador Elizondo, éramos compañeros de parranda, y él se admiraba de mí y, a veces, cuando estábamos en alguno de estos sitios, me decía: ‘¿Por qué mejor no ves a las muchachas en lugar de estar tomando notas?’. Pero yo lo hacía, sin saberlo, para La región más transparente. De manera que cuando me senté a escribir la novela tenía una cantidad de elementos ya guardados inmensa, y la ciudad misma que estaba clamando por ser escrita. Yo sentía eso, que la ciudad me gritaba: ‘¡Escríbeme, por favor!, ¡Escríbeme, ¿por qué nadie me escribe?!’. Cuando salió decían que esa novela no valía la pena”, recordaba Carlos Fuentes. Así surgió una gran novela urbana cuyos retratos siguen vigentes.
‘AURA’
La luz y Maria Callas (1962)
“Estando en casa de una amiga en París vi que ella salía de la recámara y al pasar por el tragaluz, ella, de tan solo 20 años, se transformó en una vieja por la luz que le cayó de repente. Así nació Aura, que escribí en cinco días en un café de París en 1962. Creyendo, como puede uno creer, que la obra era muy original, que no tenía antecedentes, la verdad es que no es así. Uno de ellos lo recordé más tarde, cuando vi en México, en los años cincuenta, La Traviata con María Callas. Ella hacía algo extraordinario al final de la ópera; mientras todas las sopranos echan el Do de pecho y se despiden con un aria enorme, María Callas no. Ella iba apagándose como una llama y cantando más levemente. Se apagaba la voz, se apagaba la vida. Eso me impresionó, y tiene que ver con Aura”. Esa historia de la joven que vive con su tía anciana y viuda y que Felipe Montero quiere liberar hasta que en su empeño entra en la confusión de la realidad.
‘LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ’
Pasado, presente y futuro (1962)
“Entre tanto escribí La muerte de Artemio Cruz, que me faltaba como novela de mí país, de la revolución mexicana. Pero también era yo muy conciente del antecedente realista de otros autores españoles y pensé en la manera de darle otra forma a esta novela. Imaginé que habría tres personas que la contaban: un moribundo Artemio Cruz, en primera persona; la conciencia de Artemio Cruz, en segunda persona; y la vida de Artemio Cruz, en tercera persona. Presente, pasado y futuro”. Con esta novela empezó a adentrarse en la historia, el pasado mexicano, que sería uno de sus pilares literarios.
‘CAMBIO DE PIEL’
Para Julio Cortázar (1967)
“Empezado los años sesenta iba muy bien, pero fue muy problemático porque uno no espera a los 30 años tener tanto éxito. Eso es antes de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Entonces sí tenía nervios, dudas, desorientaciones. Publiqué en 1967 Zona sagrada y Cambio de piel, pero no me sentía a gusto en mi propia piel”. La escribe y la dedica a Julio Cortázar, cuyo mundo late en sus páginas. Cholula es el pueblo mexicano en el que cuatro personas, que iban rumbo a Veracruz en un coche, desvelarán sus personalidades. De nuevo, las sombras de la historia, pero aquí en lo personal, sobre todo de Javier, que sacrificó sus sueños políticos e intelectuales por el amor.
‘TERRA NOSTRA’
Un proyecto de 10 años (1975)
“No me sentí bien en mi propia piel y me preguntaba: 'Después de este éxito qué voy a hacer yo ahora? ¿Acaso voy a ser de esos escritores que escriben dos libros y se quedan en silencio, como Rulfo, o acaso voy a tener una existencia literaria más larga? No lo sabía. Entonces me embarqué en un proyecto literario que duró diez años: Terra nostra. Eso me dio aliento para seguir. Es una novela en la que tuve que investigar a fondo la época. Iba escribiendo poco a poco y la novela iba creciendo como una planta, como un arbolote. La terminé un año nuevo en Washington. Para muchos de mis lectores es mi mejor novela. Es para una minoría, no es una novela popular, de ninguna manera”. Es su obra más experimental. Trata del poder trasplantado de la corona española a sus colonias y para eso se remonta a los orígenes.
‘GRINGO VIEJO’
Un cruce de fronteras (1985)
“Es un continuo cruce de fronteras en toda clase de ámbitos”, decía de Gringo viejo. La vida del periodista y escritor Ambrose Bierce, que un día cruza la frontera mexicana y busca unirse a las tropas de Pancho Villa, le sirve para decir que la vida no es una línea recta, y que no es solo el factor político el que determina destinos.
‘EL ESPEJO ENTERRADO’
La edad del tiempo (1992)
La historia, el tiempo, la memoria y la imaginación están imbricadas en sus narraciones. Pero, ¿en qué momento reflexionó sobre eso?: “Fue a comienzo de los años ochenta. Era un momento blanco. No había más que nieve alrededor mío. No podía ni salir a la calle. Estaba muy encerrado y pensaba en el trópico, en las palmeras, en el mar. Y también en mi obra, entonces pensé en darle un título general y un orden. De ahí salió el nombre de todo mi ciclo literario: La edad del tiempo”. Entonces surge El espejo enterrado. De nuevo las relaciones entre España y América. El mirar atrás. La búsqueda de identidad de una metamorfosis continua. Un ensayo pormenorizado desde el punto de vista sociocultural. Un mundo que es ahijado de la tragedia de una vida utópica y real al tiempo.
‘LOS AÑOS CON LAURA DÍAZ’
La mirada de la mujer (1999)
“Las mejores novelistas del mundo son nuestras abuelas y a ellas, en primer lugar, les debo la memoria en que se funda esta novela”, escribe. Es la reivindicación femenina en la historia de México. Narra de manera paralela la historia de una mujer y la de su país durante una centuria: de 1868 a 1968. Independencias, guerras, revoluciones, guerras cristeras, PRI, modernidad… y los conflictos del mundo.
‘LA SILLA DEL ÁGUILA’
México, el enigma (2003)
“México es un enigma para mí. Un país que se desborda y al que he buscado, tratado de entenderlo desde sus orígenes pero una de las respuestas y señas de identidad es que todo siempre se complica”. Y aquí lo hizo a través de una obra de corrupción política y de la ambición desmadrada que parecen sostener a toda una sociedad.
‘ADÁN EN EDÉN’
Lá última cruzada (2009)
Es el comienzo de la última cruzada de Carlos Fuentes por radiografiar, descifrar y denunciar los males de la sociedad de su país: el narcotráfico y su capacidad para pudrir el tejido social.

lunes, 7 de mayo de 2012

Vargas Llosa conversa sobre libros, librerías y bibliotecas en la BNE


   Mario Vargas Llosa, analizará este miércoles 9 de mayo, en la Biblioteca Nacional de España, la influencia de los libros, los editores, las bibliotecas y las librerías en su trayectoria profesional y en su vida.
   La conferencia del Nobel de literatura es parte del ciclo 'El libro como universo', que organiza la BNE con la colaboración de la dirección general de Política e Industrias Culturales y del Libro del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, dentro de los actos conmemorativos de su Tricentenario.
   Coordinado por el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán, el ciclo 'El libro como universo', que inauguró el pasado 25 de abril el ensayista francés Marc Fumaroli, aspira a recoger algunas de las visiones novedosas, desplegadas en los últimos años, en torno el mundo del libro.
   El ciclo continúa el jueves 10 con Blanca Berasategui con la conferencia "los libros como muralla". Posteriormente le seguirán Sergio Vila-Sanjuán, Andrés Trapiello, Luis Alberto de Cuenca, Joaquín Rodríguez y José Antonio Millán, Carlos Ruiz Zafón, Jacobo Siruela, Manuel Rodríguez Rivero, Alberto Manguel, Laura Freixas y María Kodama.
   Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) es un autor clave de la literatura en lengua española y de la narrativa de nuestro tiempo. A sus conocidísimas novelas (La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La Tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo, El sueño del celta) hay que sumar numerosos ensayos sobre literatura, como Historia secreta de una novela, La orgía perpetua, La utopía arcaica, Cartas a un joven novelista, La tentación de lo imposible, La verdad de las mentiras o El viaje a la ficción. Mario Vargas Llosa es patrono de la Biblioteca Nacional de España y ha colaborado en el documental La memoria del mañana, producido por la BNE y AC/E para conmemorar los 300 años de la Biblioteca. (FUENTE: EUROPA PRESS) 

sábado, 5 de mayo de 2012

"Aire de Dylan" de Enrique Vila-Matas


Una de las voces màs interesante de la literatura española nos habla acerca de "Aire de Dylan" su ùltima novela. (Fuente: canal L)

"Obscenidad y pornografía" Marco Aurelio Denegri


El reconocido sexólogo y erudito Marco Aurelio Denegri  pronto publicará el libro muy caro a sus gustos, Obscenidad y pornografía. Como sus libros anteriores, no hay duda de que será un texto buscado en las librerías y las ferias de libros. Este anuncio lo hizo Lucas Lavado, director del Fondo editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, en el marco de nueva librería universitaria que  dicha casa de estudios ha abierto en la Av. Petit Thouars 354, en Santa Beatriz.
 Precisamente, Marco Aurelio Denegri apadrinó este nuevo espacio, en donde, para información de sus lectores, se hallan los dos últimos títulos del citado humanista.

 “El Fondo Editorial de la Garcilaso tiene el honor de tener en su catálogo Miscelánea humanística, publicado el 2010 y  Esmórgasbord, editado el 2011. Ahora sumará Obscenidad y pornografía,el mismo que aparecerá en el mes de junio”, detalló Lucas Lavado.
El nuevo libro concitará la atención sobre todo por la gran versación del autor sobre esos temas. 
“Los libros de Marco Aurelio Denegri en las ferias de libros son verdaderos best sellers, buscados por jóvenes estudiantes universitarios y profesores”, arguye Lucas Lavado.
Como es natural, el fondo editorial ha publicado a otros grandes autores. Entre los extranjeros, se hallan Mario Bunge, Jesús Mosterín, Pablo Lannone. Entre los nacionales, están Hugo Neira, Alfredo Pita, Isaac Goldenberg. 
Asimismo, con una campaña para todos los títulos del fondo, con el 15% de descuento por el Mes de las Letras y que ahora se extiende todo mayo, se puede hallar obras como La Florida del Inca, Comentarios Reales de los Incas y Segunda Parte de los Comentarios Reales. (Fuente: La República)

Las cartas inèditas de Unamuno


Mi querida Concha: (…) Quería que me enviases la nota de tu cuadernito de ingresos para llevarla a mi librito que he traído conmigo; especificado todo con fecha y al céntimo; sueldo, rentas, etc”. Miguel de Unamuno lleva dos meses y medio confinado en Puerto Cabras (Fuerteventura), cuando escribe a su esposa, Concepción Lizárraga, el 26 de mayo de 1924. Y la carta, una de las muchas que enviará a su “querida Concha”, y a algunos de sus hijos, durante sus seis años de exilio, revela una faceta suya poco conocida. La del padre de familia obsesionado con las cuentas domésticas, angustiado por la situación económica de los suyos, tanto como por la situación de España, bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Una y otra preocupación están presentes en la correspondencia del exilio, que bajo el título Miguel de Unamuno. Cartas del destierro. Entre el odio y el amor (1924-1930)publica ahora Ediciones Universidad de Salamanca, en una cuidada edición a cargo de los hispanistas franceses y biógrafos de Unamuno Colette y Jean-Claude Rabaté.
En el libro encontramos a un Unamuno en estado puro. Un agitador político, temible como enemigo ideológico, que no duda en abroncar a algunos de sus remitentes, como al escritor e ideólogo falangista Ernesto Giménez Caballero, al que escribe el 4 de junio de 1927, indignado porque ha publicado una carta suya en la revista La Gaceta Literaria, ignorando que el escritor no consiente “que se someta ni una sola línea de mis escritos (…) a la censura de la tiranía”. Otras veces pasa al tono sarcástico. En julio de 1925, escribe a vuelta de correo al escritor peruano Ventura García Calderón, que le ha visitado en el exilio parisiense y acaba de publicar un artículo sobre él en La Razón no del todo preciso. Cualquier periodista, propensos como somos a los errores, sería comprensivo con Ventura, que no ha acertado ni con el color ni con el corte del traje que viste don Miguel. No es negro, sino azul, le precisa Unamuno, y le detalla que el sastre que se lo hizo no es un ‘lugareño’, sino un reputado griego instalado en París.
El escritor vasco, una de las voces más críticas contra la guerra de Marruecos, contra el rey Alfonso XIII y contra Primo de Rivera, es enviado al destierro a los pocos meses del golpe militar de septiembre de 1923. El nuevo Gobierno no soporta la ofensiva de Unamuno, que arremete contra todas sus decisiones en discursos públicos y en cartas que, como la enviada a un amigo español en Argentina, terminarán apareciendo en una revista de izquierdas. Se le ordena salir para Canarias el 20 de febrero de 1924. Desde ese día cesa como vicerrector de la Universidad de Salamanca y decano de Filosofía y Letras, y se le suspende de empleo y sueldo. A partir de esa fecha y hasta el 9 de febrero de 1930 vivirá en el exilio. Confinado en Fuerteventura unos pocos meses (junto al exdiputado Rodrigo Soriano, también represaliado), y más tarde instalado en París, luego en Hendaya, por decisión propia.
Y es que el escritor no acepta la gracia del Gobierno, que lo amnistía en julio de 1924. No está dispuesto a que lo perdone una camarilla a la que dedica los más brutales epítetos. Y no volverá a España mientras esa “canalla” no haya abandonado el poder. El exilio será duro, pero fructífero en términos de repercusión internacional de su obra, y de activismo político contra el régimen español. Unamuno dedicará esos años a leer, a jugar al mus y al ajedrez, y a escribir ensayos, poemas, artículos e infinidad de cartas. Un nutrido epistolario en el que denuncia las tropelías del régimen, la bajeza de sus dirigentes, a los que dedica insultos feroces —Primo de Rivera es el ‘ganso real’; el general Severiano Martínez Anido, ‘el cerdo epiléptico’—, y la tragedia de España. Todo eso sin soltar un minuto las riendas de la ‘hacienda’ doméstica al frente de la cual, en Salamanca, se ha quedado su esposa, Concha, con los ocho hijos de la pareja, el mayor ya casado; el menor, todavía adolescente.
Las cartas muestran a un Unamuno intensamente político y doméstico, casi nunca íntimo. Un hombre volcado en su lucha furiosa contra el régimen —tema recurrente en casi todas—, que aprovecha su notoriedad política internacional para dar a conocer su obra. Sus quejas de la política española son omnipresentes. Pero además, cuando escribe a su esposa, Unamuno le hace montones de encargos. La familia entera parece atrapada en el torbellino de su activismo, pendiente de las necesidades (literarias, políticas, sociales) del gran hombre. En cuanto a Unamuno, sufre y goza en la distancia y sin extenderse por escrito, los dramas y las alegrías que viven los suyos: la muerte de su nuera María, primera esposa de su hijo Fernando, las complicaciones del primer embarazo de su hija Salomé que terminará por abortar y, finalmente, el nacimiento de su primer nieto, Miguel Quiroga.Concha es la destinataria del grueso de esa correspondencia, pero, ni de lejos, la única con la que se cartea. Unamuno escribe a escritores, periodistas, traductores, políticos y simples admiradores, hasta un total de 105 remitentes. En el listado figuran, por ejemplo, Jorge Luis Borges, Jorge Guillén, George Duhamel y Jean Cassou. Acaso lo mejor del libro que se publica ahora, integrado por 310 cartas, sean las 130 inéditas, la mayoría dirigidas a su mujer, que la Universidad de Salamanca y el Ministerio de Cultura lograron rescatar de una casa de subastas, antes de que comenzara la puja por ellas, en marzo de 2006, y depositar en la Casa-Museo de Unamuno. Dos años después, la universidad entregó a Colette y a Jean-Claude Rabaté este material, que ellos ampliaron recopilando el mayor número posible de cartas del destierro, para su publicación.
Su familia es el soporte esencial de su vida, desde luego. Y cuando se retrasa el correo de Salamanca, el desterrado sufre. “Después de unos días que me habéis tenido en ascuas recibo hoy la carta de Salomé de anteayer. Gracias”, escribe a su esposa el 11 de septiembre de 1924, desde París. Para ir, de inmediato, al grano. “Pero no sé nada de lo que más me importaba saber. No sé si he sido o no repuesto en la cátedra y vuelto a poner en nómina; no sé si me van a pagar los sueldos del tiempo de la suspensión (…) Y ya sabes lo que esto me preocupa. Es una debilidad, lo sé, pero tengo esta ansiedad y me gustan las cuentas minuciosas. Mi cuadernillo de ellas está en blanco desde mediados de marzo. Las que me mandaste son confusas. Dame, pues, cuentas”. Una preocupación comprensible en un padre de familia numerosa que ha dejado a los suyos en una situación económica delicada. Su hijo Pablo será esencial para sostener a la familia en esos años.
Las penurias de la vida intelectual asoman por todas partes en esta correspondencia. Unamuno se queja de los retrasos en pagarle las colaboraciones y de las pillerías de los editores, que le escamotean dinero, incluso los más importantes. En carta a su amigo el hispanista francés Jean Cassou, de noviembre de 1925, habla de “arreglarle las cuentas al lagarto Gallimard”, en referencia al poderosísimo editor francés Gaston Gallimard. Él es hombre frugal. Gasta poquísimo, e incluso alardea de tener algún ahorrillo en el banco. Pero las necesidades de su familia son muchas y él solo puede hacer una cosa desde el exilio: escribir. Escribe sin parar, con plumilla y palillero de caña que él mismo se fabrica. Más tarde “con pluma metálica”. Colabora con revistas españolas y publicaciones de la América hispana, pero se niega a sufrir la censura española y muchos de sus escritos son para periódicos clandestinos. Así va engrosando la lista de artículos, más de 4.000, que llegó a publicar en su vida. “Lamentablemente”, dice su nieto Miguel de Unamuno Adarraga, “nadie ha sido capaz de reunirlos y publicarlos, pese a que tienen un interés enorme”. Miguel de Unamuno Adarraga, arquitecto jubilado, residente en Madrid, uno de los 11 nietos del escritor (otros dos fallecieron ya), hijo de Fernando, primogénito de Unamuno, ha contribuido con alguna carta familiar a la interesante colección que ahora se publica. Adarraga, que nació en 1935, un año antes de la muerte de Unamuno, no conoció, obviamente, al abuelo. “Sé por mi padre que en el destierro lo pasó muy mal, envejeció mucho en esos seis años”, dice.
La correspondencia que mantuvo fue un bálsamo para él. Una forma de drenar su odio al régimen y al rey Alfonso XIII, al que describe como “un pobre abúlico voluntarioso con la vileza de su bisabuelo el Borbón Fernando VII unida a la petulancia pedantesca de los Habsburgo”, en carta al escritor y traductor húngaro Dezsó Kosztolányi, en marzo de 1924. Pero no solo hay arrebatos de ira en este epistolario escrito a mano, casi siempre, con la letra grande y clara de Unamuno. A veces, en estas cartas escritas con brillantez, pese a ocasionales errores o faltas, aflora el sentimiento de culpa. Su lucha política sin cuartel, ¿no es acaso excesiva?, se pregunta. Aunque son momentos fugaces.El escritor está “en el otoño de la vida”, cuando sale para el destierro. El 29 de septiembre de 1924 cumplirá en París los 60 años. Y en las fotos que lo retratan, sobriamente vestido, con sus gafas redondas, la barba corta y el cabello escaso y blanco, en las tertulias del café de La Rotonde, y en la puerta del hotel donde se alojó, en Hendaya, parece diez años más viejo.
Sorprende la violencia de su lenguaje. Los editores, Colette y Jean-Claude Rabaté, están de acuerdo en que el “discurso de la ira, del desahogo” de Unamuno “rompe los diques de las conveniencias y de lo que llamaríamos hoy en día ‘lo político correcto”, explican en un correo electrónico. Pero ven en ello el tono precursor de los escritores republicanos. “Un José Bergamín que se burla del ‘Mulo Mola’ o Rafael Alberti que escribe que el general Queipo de Llano ‘ladra, muge, gargajea’ y ‘rebuzna a cuatro patas”.
Los ataques de Unamuno alcanzan también al pueblo español, culpable de no secundarle en la denuncia de la camarilla gobernante. “Estamos bajo el mando de unos soldados vesánicos, borrachos, jugadores, sifilíticos y cretinos. ¿Y el pueblo? La sífilis se le ha convertido en envidia, que fue el origen de la Inquisición”, escribe en abril de 1924 al escritor y político boliviano Alcides Arguedas. Y prosigue: “Ya no hay hombres en España, no hay sino machos —con serrín en la mollera y pus en el corazón— y eunucos, y por otra parte, mendigos y ladrones”. Vuelve a la carga en la carta enviada a su hija Salomé, en noviembre de ese mismo año. “Lo más del miedo de los españoles es cobardía gratuita, temor a meras molestias y, en muchos, no más que pordiosería. Porque ese es un pueblo de pordioseros, haraganes e ingratos”.
Leyendo sus furiosas críticas es inevitable preguntarse qué habría dicho de la España actual. “Yo creo que le habría hecho sufrir la enorme corrupción política que hay”, dice Pablo Unamuno Pérez, de 66 años, nieto también del escritor. Pablo de Unamuno, médico jubilado, vive en Salamanca, donde este año, cuenta, no hay día en que no se celebre algún acto de homenaje a su abuelo, coincidiendo con el 75 aniversario de su muerte, ocurrida el 31 de diciembre de 1936. Unamuno vuelve a estar de primerísima actualidad. Hay actos de homenaje previstos en Vitoria y Bilbao, y en octubre, saldrá a las librerías una nueva biografía escrita por Jon Juaristi, y publicada por Taurus, dentro de la colección Españoles Eminentes, puesta en marcha con la Fundación March.
Con todo, los Rabaté consideran que “la ocasión de conmemorar a Unamuno por todo lo alto será el 150º aniversario de su nacimiento, en 2014”. Un homenaje a escala nacional sería “la forma de superar la resistencia de ciertos españoles frente a un personaje que les parece demasiado austero y complejo”.
Complejo y polémico desde luego, pero no por eso olvidado, alega Jon Juaristi. “Ha habido una continuidad absoluta en el interés que ha despertado. Sus obras se publican en ediciones de bolsillo. En Salamanca existe una cátedra Miguel de Unamuno”. Y la biografía que acaba de escribir viene a sumarse a una larga serie de libros sobre la vida de Unamuno. Desde que se publicara la de Emilio Salcedo, en los años sesenta, Juaristi cita de pasada la de Luciano G. Egido, el ensayo biográfico de Stephen Roberts, de 2007, la biografía de los Rabaté, editada también por Taurus, de 2009, y una más breve, de hace unos meses, de Carlos Díaz. Tantas, que resulta difícil aportar algo nuevo, aunque siempre existe la posibilidad de otros enfoques.
“De Unamuno me interesa sobre todo su condición de intelectual moderno europeo, equiparable a un T. S. Eliot o un Kafka”, dice Juaristi, y recuerda que su libro, “en el que hago, obviamente, mi propia interpretación de los datos biográficos”, tiene la ventaja de estar escrito por un vasco, nacido en Bilbao, muy cerca de la casa natal del filósofo, que conoce bien los problemas de Euskadi como los conocía Unamuno. La obra está volcada en los años de juventud del autor bilbaíno. Un personaje, admite Juaristi, que no está entre sus escritores preferidos, pero que le cae simpático, “pese a sus múltiples contradicciones, que son constantes, y resultan algo molestas”.
Más que contradicción, la gran paradoja de la vida de Unamuno es haber combatido a muerte al Directorio de Primo de Rivera, para saludar después el golpe del general Franco. “Mi abuelo era un hombre de otra época y pensaba que aquello iba a ser otra especie de dictadura decimonónica. No midió sus consecuencias”, explica su nieto Miguel de Unamuno Adarraga. Los Rabaté están de acuerdo. Unamuno, que tanto contribuyó a traer la República, se desengañó muy pronto de ella. Pero aunque los primeros meses de la Guerra Civil bastaron para horrorizarle, es innegable, apunta Jon Juaristi, que “murió creyendo que Franco era un liberal”.
Miguel de Unamuno. Cartas del destierro. Entre el odio y el amor (1924-1930). Miguel de Unamuno. Edición de Colette y Jean-Claude Rabaté. Ediciones Universidad de Salamanca, 2012. 352 páginas. 20 euros. (Fuente: El País de España)