miércoles, 2 de noviembre de 2016

RETORNO A LA CREATURA O EL IMPULSO LÍRICO INICIAL DE UN POETA OMNÍVORO

En una entrevista Pablo Guevara señala que su silencio poético de 28 años desde su última publicación Hotel del Cuzco y otras provincias del Perú (1971) a La Colisión (1999) se debió en parte a motivos editoriales porque en palabras del autor “que yo sepa hoy nadie te publica tan fácilmente”.
Este primer apartado es inevitable no dejar de comentarlo, pues si que te publiquen 
-como lo señala Guevara- es difícil, que te reediten es imposible, pero a veces también es una necesidad. Eso sucedió con Retorno a la creatura, libro ganador del premio José Santos Chocano en 1955 el cual vio la luz en la ciudad de Madrid en 1957, gracias a la Cooperación Intelectual.  
Se ha hablado mucho del silencio poético en la poesía de Guevara, a la luz de los años y después de barrida la arena del tiempo advertimos que esos 28 años son anecdóticos frente a los 57 imponentes años que tiene Retorno a la creatura recientemente reeditado por la editorial Vivirsinenterarse, el mismo es un libro fundamental dentro de la poesía peruana para comprender los cambios importantes en la poética individual del autor así como para comprender la influencia que ejerció en la poética colectiva de las siguientes generaciones. No sabemos si Guevara lo sabía pero su preocupación individual conllevaba cierta preocupación grupal, generacional, de tradición. Y si hablamos de tradición es indiscutible que uno de los poetas del 50, sin sentirse parte de dicha generación, fuera una pieza clave en el cambio de registros y aperturas a voces anglosajonas en un etapa en donde la llamada Generación del 50 atendía sus gustos en la poesía de la Generación del 27 y específicamente en poetas como Lorca, Cernuda y Machado que aunque Guevara nunca desmereció jamás sintió que habían influenciado en él. A cambio, la tradición por la que Guevara apostaría sería la de Bretón, Eluard y Apollinaire: “Esa corriente siempre me pareció más importantes que la hispana. Mis críticos dicen que luego pasé a la poesía inglesa y de eso sí estoy consciente, lo que pasa es que yo ya escribía poemas con un alto valor de prosa crítica que es lo que caracteriza a la gente como Eliot”.
Pero no nos adelantemos al Guevara elotiano, ese Guevara, artista iconoclasta y maravilloso que en palabras del crítico Ricardo Gonzáles Vigil da muestra de sus intereses y de sus exploraciones poéticas en La colisión, un libro “vehemente, casi incontrolable en su aliento dinamitero ideológico y estilístico”. Es importante tener como cúspide La colisión porque viendo el viaje no hacia adelante sino como una retrospectiva podríamos señalar que el primer libro de Guevara es pieza clave que nos permite ver la construcción de un artista y las preocupaciones propias de su época. Esas mismas preocupaciones no dejarán de estar presente en sus siguientes libros desde un discurso que critica a la hegemonía y a sus superficialidades. Dicho de otra manera, es difícil no dejar de encontrar en la voz de Guevara una clara intención de descentrar los centros de poder y cuestionarlos, desmantelarlos del moho de su conformismo y evidenciarlos usando alegorías; quizá la forma en Retorno a la creatura dista mucho de otros libros del autor, pero a nivel de fondo encontramos la misma mecánica, la crítica reflexiva que en Eliot y unido a la influencia de Pound hará de este primer poeta un autor no con mayor profundidad pero sí a un autor capaz de articular varias aristas dentro de su poética. Por ejemplo en los poemas de su primer libro se busca dar cuenta de los espacios como mecanismos de control y poder como cuando en el poema “Dos monarcas” el pescado abandona su reino, un reino ajeno al yo lírico que los une por ese instante y que lo hace reflexionar en la nostalgia que ha de sentir ese pescado extrañando al mar y que nos devuelve en la contemplación de la mirada el reflejo de cuán solo se encuentra el hombre que tiene entre sus manos un pescado pero que se encuentra sin el amor para terminar refractándose en nuestra mirada descubierta y plagada de la misma soledad. Nosotros como lectores vemos la escena y por un instante ese pescador nostálgico y reflexivo nos delata cual espejo. El poema finaliza con un rotundo verso que pareciera transportar nuestros cuestionamientos “si sonara el amor, extenso como el mar” dice el poema y entonces advertimos la genialidad de Guevara de haber echo del poema un momento en donde nos reconocemos todos. Esa inevitable soledad del ser es la misma que en La colisión se plantea con la alegoría del iceberg a punto de ser colapsado por el Titanic que representa a la sociedad o quizá al grupo de personas solitarias que encarnan dicha soledad.
En 1965 cuando Guevara ya había publicado Los habitantes (Madrid, 1963 - Lima, 1965), su producción ya era considerada próxima al simbolismo, en palabras del crítico Alberto Escobar era una poesía aquella “de exuberante despliegue metafórico” que apelaba a símbolos. No se equivocaba Escobar al señalar la búsqueda en imágenes del joven Guevara que en su primer poemario gozaba de un impulso lírico impresionante, recordemos que en este poemario yace la elegía al padre, titulada “Mi padre, un zapatero” que mereció una tesis universitaria del profesor Armando Zubizarreta y que es un poema de profunda reflexión donde el yo poético evoca a un sujeto libre en otros tiempos el cual además no se encuentra atado a nada ni a nadie lo cual le  permite estar “navegando en el patio” en compañía del “amable licor como un reino sin fin”. Guevara parece querer jugar con la metáfora de la madurez como un despojo del ímpetu y la producción que nos acerca a nuestro propio fin, posada la nieve sobre nuestras cabezas somos objetos tan deleznables “como una cosa usada, un zapato o un traje”. Entonces advertimos lo que el poeta quiso hacernos pensar que no es otra cosa en cómo el sujeto en una época posmoderna o de capitalismo tardío es visto como parte intercambiable de la gran máquina de la modernidad que nos anuncia desarrollo y solo trae destrucción y caos. Esta misma metáfora nuevamente aparece en La colisión y ahí radica la importancia de Retorno a la creatura, y es que gracias a este libro podemos ver el impulso lírico inicial de un poeta omnívoro que hoy después de 11 años de fallecido seguimos leyendo y del cual seguimos aprendiendo como si el silencio en su poesía fuera su propia poética o una enseñanza, y es que parece que con su primer libro Guevara se hubiera propuesto tejer sin saberlo conscientemente una ópera silenciosa que devendrá en un témpano poblado de poetas peruanos. En el esquema de Guevara lo poético expulsa de su seno a aquello que no lo es. Lo hace a través del silencio, pero también a través de la propia forma.
Pablo Guevara el disidente de la Generación del 50 como señala Alfonso Rabí Do Carmo fue uno de los autores con una de las obras más radicalmente personales de los cincuenta. Su Retorno a la creatura en palabras de Javier Sologuren posee una “pareja y alta vibración lírica” del que no solo destaca el poema ya mencionado sino también “Poesía”, “cuya misión exalta por ser dispensadora de una plenitud de amor y belleza”, sean estos versos testigos de lo afirmado hasta aquí.

No importe el halcón en el techo devastado
Ni el rostro sombrío del odio tras el vidrio,
Si son tus ojos mi luminosa angustia,
Tus labios, la única verdad de cada día,
En todo corazón inexplorado
Las ternuras de tu continuo amor
Sobre mis tierras.










Bibliografía

Araujo, Óscar (2001). El difícil camino del cine y la poesía (Entrevista con Pablo Guevara). La Casa de Cartón 23, pp. 2
Lauer, Mirko (2001). La colisión: La ópera marina en cinco actos de Pablo Guevara. La Casa de Cartón 23, pp. 12-13.
Paz, Miguel (2001). Pablo Guevara y la revelación de su lenguaje. La Casa de Cartón 23, pp.18-19.
Rabí Do Carmo, Alonso (2001). Pablo Guevara, Hotel del Cuzco y el hombre contra el poder. La Casa de Cartón 23, pp.10-11.
Sologuren, Javier (2001). La poesía de Pablo Guevara. La Casa de Cartón 23, pp. 8-9.
Vigil, Ricardo (2001). Pablo Guevara, el explorador. La Casa de Cartón 23, pp.14

¿Puede Camila tener dos mamás?

Ferrari, Verónica (2015). 
¿Camila tiene dos mamás?
Lima: El armario de Zoe.
Lo primero que llama la atención del primer libro de cuentos de Verónica Ferrari titulado “¿Camila tiene dos mamás?” no debería solo remitirse a los reclamos que bien hace su autora como activista LGTB a través de la ficción, sino que el cuento en sí debería abrir la discusión y hacernos pensar por qué, en la larga historia de nuestra literatura, no ha habido más Camilas poseedoras de esa inmensa pregunta que las agobia y no las deja ser felices, ¿o es que acaso alguien cree realmente que ese drama por el que pasan niños y niñas no existe?
“¿Camila tiene dos mamás?”, escrito así, con signos de interrogación y no de manera afirmativa, impele al lector con la siguiente pregunta: ¿Por qué no podría tener Camila dos mamás? Y es desde ahí, desde su título, que la búsqueda de tal respuesta responderá al punto de enunciación desde donde nos encontremos cada uno de nosotros como lectores en torno a las causas LGTB, silenciadas e invisibilizadas por no pertenecer al canon. Por supuesto que Camila podría tener dos mamás, y tal como expone el maestro en la parte final del cuento, no solo eso, sino que podría tener otro tipo de familia que escape a su propio conocimiento. 
En su mayoría, siento que muchos periodistas de diarios culturales han mostrado su atención porque el libro haya sido hecho por una activista LGTB, y parecen haber olvidado el cuento en sí, el cual busca poner como tema central la felicidad de una niña que no logra consumar su tranquilidad por las personas que la rodean. Justamente ese espacio hostil está conformado y construido por adultos que con sus prejuicios ocasionan que la mejor amiga de Camila, Rocío, se distancie de ella. Este último personaje es interesante porque en el cuento ella busca saberlo todo, pero cuando logra enterarse del tipo de familia que tiene Camila, se da cuenta que el conocimiento que ella busca está condicionado por el tipo de formación cultural que posee.
Camila es una niña que lo único que parece anhelar es salir airosa de esa inmensa pregunta, lo cual indirectamente hace una crítica al mundo adulto, puesto que, el que una niña tenga ese tipo de aspiraciones, solo refleja la crueldad de una sociedad acostumbrada a aceptar tipos de familia tradicionales que, por ende, anulan los antagonismos borrando las diferencias.
“Yo no dejaba de pensar, en todo el viaje, que por esa sonrisa iría a cualquier lado”, le dice Patty a la pequeña Camila, acerca de cómo conoció a Lucy, su otra mamá, y entonces nos enternecemos y nos damos cuenta de que la otra arista adicional a la felicidad de una niña como Camila es la felicidad colectiva, una felicidad que pareciera estar negada o no permitida en épocas donde el mundo capitalista pareciera querer fabricar hasta nuestras propias formas de ser felices y amar. En ese sentido, el cuento busca dejarnos preguntas como aquella que nos dice: “¿Por qué el amor tiene que preocuparnos más que la violencia?”, y es verdad, ¿qué de violento puede ser el amor sobre la violencia particular que emana del odio?
La inmensa respuesta de Camila, esperada con una valentía que sorprende, está, digámoslo así, firme y segura por la información que posee, dicha información es la misma de la que adolecen las personas que, asustadas en la vida real y en el cuento, reflejan el temor por lo desconocido y dejan que este sea cubierto por aquellos mitos que es importante disolver desde la escuela para no formar niños y niñas que se sorprendan con las diferencias y aspiren a cosas que vayan más allá de responder preguntas que no existirían en su pequeñas mentes, si los adultos al menos les comunicaran que no todos somos iguales y con ello los dejaran ser libres y felices.
Camila tiene dos mamás, así, sin signos de interrogación, no solo narra la historia por la que muchas familias LGTB pasan, sino que narra el drama por el que pasan los más pequeños por no encajar en sociedades fabricadas con las taras del mundo de los adultos. Esa felicidad que afirma tener Camila al final, nos debe hacer pensar que debemos ser muy mezquinos como seres humanos para posicionar nuestras propias miserias y negarle a los niños y niñas de nuestro país el derecho de crecer con la información justa para no seguir inventando inmensas preguntas y tener, por el contrario, inmensas respuestas.