jueves, 23 de febrero de 2012

El equilibrista de San Luis

Javier Sánchez
“Sombrero de salamandra
Hipocampo editores

La salamandra es un anfibio nocturno, de hábitos terrestres, huidizo y extraño que ha sido utilizado por poetas como Octavio Paz en poemas cargados de imágenes bellas e impactantes. Es además, un animal raro que entra al agua sólo para parir y que inusualmente los niños les piden a sus padres como mascotas, atraídos de seguro por ese semblante de saurio resucitado que poseen.
Suele verse salamandras contempladas detrás de peceras y/o acuarios, mostrando su peculiaridad belleza, haciendo sus imperceptibles movimientos ante miradas de miedo, asco y rechazo y es inevitable hallar allí una intertextualidad entre el presente texto y el cuento de Cortázar titulado “Axolotl” y es que en el fondo el mensaje parece ser el mismo. Todos somos contemplados con la misma indiferencia que miramos al mundo que nos rodea.  
Sobre ese símbolo de marginalidad, Javier Sánchez quiere empezar su poética, reflexionando no de una salamandra común sino de una con sombrero, de una salamandra impostada y señorial por decirlo de algún modo, pero imposible de escapar a su condición natural, muy similar a la del artista excluido en una sociedad cada vez más intolerante ante cualquier muestra de sensibilidad. Una salamandra con sombrero es un anfibio adaptado a una falsa forma de vida y una metáfora idónea de lo que es un poeta en estos tiempos. La salamandra de Sánchez posee un símbolo social (el sombrero) para pertenecer a una colectividad y ser aceptada. La imagen del poeta de estos tiempos, adaptado a mil y un formas dentro de una sociedad brutal y violenta nos hace creer que es el artista el anfibio de los mil rostros.
“Sombrero de salamandra” como tal es un poemario introspectivo, en donde el autor hace un viaje a través de la palabra priorizando la sorpresa que se desprende desde la misma artificialidad del lenguaje. Desde el primer poema del libro hasta el final, el autor parece marcar la ruta por la cual transcurrirá ésta, su primera poética, plagada de sorpresas y develamientos de un universo personal y propio que se muestra sin miedos ni complejos. Los poemas están cargados de un simbolismo en donde el lenguaje es lo que prima, las imágenes aparecen de forma intermitente como una seguidilla de ráfagas y en ciertos puntos se aprecia una natural sabiduría de poetizar que no parece necesitar de artilugios o mecanismos antes usados, imágenes como “nadie nos escucha por andar durmiendo/ bajo las velas falsas y el tul oscuro” o aquella otra que señala: “no existe una jaula de tinta/ en las manos de los forasteros/ sino árboles para nubes licuadas/ y pájaros/que merodean el canto salino…” nos muestran a un poeta más interesante en profundidad que artificialidad. Un poeta que captura nuestra atención y nos sorprende más en ese verso en el que el lector se detiene a meditar la profundidad de la frase que en el verso cerrado y gongorino.
“Sombrero de salamandra” está plagado de pequeños poemas que son cánticos de pocas palabras con una carga significativa muy alta que muestran a un poeta muy preocupado en el lenguaje poético pero que a su vez no debe olvidar que la poesía también es capaz de sumergirse sobre la misma poesía. Como decía Huidobro, no hay que cantarle a la rosa, hay que hacerla florecer en el poema.
El tópico de la cotidianidad y la extrañeza de los seres que pueblan un determinado espacio desfilan en el libro con naturalidad y presentan al poeta contemplando su mundo. El hombre armario, sombrero azul, sombrero de salamandra, criatura y Hanz, son poemas en donde la diègesis posee el mismo corte, se podría considerar como los poemas–historia, por otra parte poemas como Ceremonia, Pulsación, momentos en la ciénaga y Tim Burton podrían ser denominados como los poema– Haiku. Hay otro grupo de poemas que son de un corte no tan marcado a los antes señalados y que merece un corte aparte. Aunque la división del libro quizá es el punto más flojo del mismo dado que no posee una estructura marcada para el lector, el lector queda con la sensación que el poemario pudo ser mejor con este detalle no tan menor.  
Con todo los aciertos y/o desaciertos de todo primer libro, “Sombrero de salamandra” posee guiños poéticos valiosos que el autor utiliza a modo de pistas y referentes culturales. Alusiones al cine (Tim Burton, Polansky) y a la literatura, algunas (directas) como la que hace a Bukowski no son menos importantes a aquellas (indirectas) en donde encontramos la influencia de Eielson o Cortázar, alusiones claves que el autor manifiesta como recursos a los que apela quizá para sincerarse con el lector y dejar por un instante ese tono barroco e impenetrable, esa forma artificiosa de pararse sobre el poema como un equilibrista para dar paso a la obra en sí misma y capturar la atención del lector.
La poesía de Sánchez siempre estuvo ahí y con “Sombrero de salamandra” (Colección Premio Libro de poesía breve del año 2010) nos demuestra que su búsqueda aún no ha cesado y eso lo sabe el autor mejor que nadie. Que Sánchez haga lo que tenga que hacer y que recorra lo que deba recorrer. Su poesía se amerita toda la paciencia que hay que aguantar a pesar de que el camino sea largo, difícil y tortuoso. Finalmente sabemos que cuando desista y sus fuerzas lo abandonen, él ya sabrá ponerse el sombrero a la hora exacta para buscar al saurio aún no extinto de su arte. Ese que aún y a pesar de los años, sigue ahí. 

Bio/bibliografia:
JAVIER SÁNCHEZ TORRES
Fotógrafo: Nicolás Neyra
Nació en Lima en 1982. Estudió en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Integró el grupo “Lilith” y “Verom Jusna”, participando en diversos recitales poéticos. Publicó sus poemas en la revista Prima Fermata Literaria (2007), ganador del concurso Colección Premio Libro de Poesía Breve 2010 con su poemario Sombrero de Salamandra, Hipocampo Editores (2011), también ganador en el concurso Premio Nacional de Poesía Javier Heraud 2011, realizado por la Secretaría Nacional de la Juventud, con el poemario Las Flores de Antígona. Posteriormente saldrá a la luz Hilandra, aún inédita.


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