domingo, 23 de agosto de 2020

Teenage Mutan Ninja Turtles One (Deux Graphica Studio, 2020)

                                                                                         
                                                                                                    

Sería fácil mencionar la gran verdad que el volumen 1 de Teenage Mutant Ninja Turtles es una obra maestra, primero porque ello ya se ha dicho, y segundo porque el motivo de esta reseña con muchos años de retraso tiene razones justas en su demora y llega, o así lo imagino, como el monje tibetano que aun sabiendo que su templo es el más bello decide volver a contemplarlo solo para entrar en él, pero de una forma diferente. Por tal motivo, otras son las razones que me mueven a escribir sobre este primer volumen, la primordial, hacer que los niños que fuimos volvamos a las tortugas a través de la lectura y habiendo leído el cómic nos demos cuenta que cuando se habla de ellas no solo estamos hablando de una historia llena de nostalgia y colores, no señores, estamos hablando también de una propuesta revolucionaria en todo el sentido de la palabra y me parece que desde esa posición firme y contundente podremos empezar haciendo respetar una de las historias más importantes de los cómics independientes. Un David que alguna vez se tumbó a un Goliat.
Definitivamente el volumen 1 es raro para una generación que nació con las tortugas del 87, llenas de colores y aventuras que hicieron que nuestra infancia sea una de las mejores. Recuerdo que por aquellos años los cómics que vi eran de DC, descontinuados casi siempre y por lo general de Superman. Por lo tanto, soñar en ver a una editorial como Mirage Studios colgada de un puesto de periódico era una utopía, los puestos tenían separado entonces sus titulares y estaban, esos sí continuados, llenos de coches bombas y atentados. No se trata aquí además de empezar a hacer comparaciones entre el dibujo y el cómic; es primordial entender que los dibujos que vimos de pequeños son una adaptación con una cuota de violencia reducida a la enésima potencia. A mi parecer, la mejor manera de valorar la historia original es contextualizándola. Todos sabemos que Eastman y Laird hicieron algo que el público nunca se esperó, es decir, hacer que dos completamente desconocidos se alejaran de propuestas estereotipadas propias de modelos predefinidos. En ese sentido, es la crisis económica y por ende creativa la que dejará espacio y libertad para que propuestas como la de ambos tomara un espacio que no había sido captado por nadie. La creación de Mirage Studios, una editorial independiente y por ende modesta sería algo similar como lo que acontece en la actualidad con las llamadas editoriales independientes peruanas, (que por cierto existen) dicho de otro modo, es como que en la actualidad una independiente se bajara en ventas al monstruo que es Randon House en el tema libros.  
Dicen que la distancia permite contemplar mejor lo que se observa, si aplicamos ello en el cómic de TMNT cabe mencionar que la historia gana más respeto aún si advertimos que su propuesta no es gratuita y está plagada de guiños a maestros como Frank Miller y Jack Kirby. De hecho, Eastman y Laird cuando deciden crear al personaje de Splinter estaban haciendo una parodia al maestro de Dardevil de Frank Miller, así como cuando crean el clan del pie estaban haciendo un guiño al grupo de ninjas presentes en el mismo cómic. Esto en realidad no fue nuevo para los fans americanos que asociaron de inmediato la referencia, la particularidad de TMNT radica en su propuesta artística que además no fue algo buscado, sino que refleja la precariedad del contexto económico de la época. Me gustaría entonces mencionar que aquí en el cómic lo que encontrarán es una atmosfera totalmente lúgubre y no por ello inferior. Al no haber bandanas de colores sus personajes solo pueden ser reconocidos por sus armas, la historia de los dibujos aquella que cuenta que Amato Yoshi se convirtió en Splinter es lejana y más cercana a la película de 1990 dirigida por Steve Barron. A su vez la historia del cómic es más humana y carnal porque la rivalidad entre Oroku Saki, conocido por estos lares como Destructor y Amato Yoshi se debe a que fue este último quien mató al hermano de Oroku Saki de nombre Nagi cuando lo sorprendió agrediendo a Tang Shen, el cómic hace una narración bella cuando señala: “El mundo de Yoshi se desvaneció en una roja confusión”.
Y si esto no es poco para despertar la curiosidad de cualquiera, ver la actitud que toman las tortugas para vengar al maestro de su maestro es impactante, contemplar la relación laboral entre April O’Neill y el doctor Baxter Stockman aturde. Los personajes se abren paso en medio de las historias y van apareciendo los mouser así como Fugitoid y su conmovedora historia son pequeñas primeras muestras que dan cuenta que Eastman y Laird la tenían clarita desde el inicio y sabían a dónde apuntaban. También y para perfumar el recuerdo como dice el vals aparece el mítico Volkswagen Classics más conocido como la tortuvan con un propietario peculiar y un amague argumental magistral sobre su posible y dudosa procedencia. No obstante, aparece o mejor dicho aparecen los Triceratones y un viaje en el tiempo que tendremos que esperar en qué acaba hasta la aparición del tomo 2 por parte de la apuesta digna de aplauso de Deux Graphica Studio de quien diré a su favor que no han llegado tarde a la reimpresión del cómic, en realidad fuimos nosotros y nuestras peculiares circunstancias.


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